Desmond Dekker, voz del ghetto
Leo en EL PAIS que ha muerto Desmond Dekker. Jamaicano, negro y criado en la calle, Dekker fue un músico difícilmente clasificable, aunque se le suele incluir entre los antecesores del reggae e incluso se le implica en el esperpento rastafari.
En la década de los sesenta, los temas de Desmond Dekker triunfaron uno tras otro en los barrios más duros de Nueva York y del Est End londinense, precisamente allá donde los caribeños, los negros y en general los desheredados comenzaban a ser legión mucho antes de que a Angel Acebes le preocupara el problema de la inmigración. En realidad Dekker no llegó a España hasta los años ochenta, y tampoco fue nunca un producto de consumo de masas al estilo de Bob Marley o Eddie Grant.
En Dekker hay un antecesor de ciertas expresiones de radicalismo en la crítica social que algunos llaman ahora “gansta-rap” (de las versiones menos comerciales de ese fenómeno), y en general, de las músicas negras contemporáneas salidas del ghetto y la marginación. Sus letras, a menudo crípticas -único modo en su época de obviar la censura de las discográficas-, meten el cuchillo en asuntos francamente duros y políticamente incorrectos. Su sempiterna boina de guerrillero caribeño le daba -en los años en que las boinas de guerrillero no eran todavía un producto de consumo fashion sino una seña de identidad izquierdista-, el aire de alguien resuelto y con las ideas claras.
El tema más famoso creado por este tipo grandullón y con voz entre barítono y falsete fue sin duda alguna “Israelites”, grabado en 1969. De esa canción se han escrito muchas tonterías, como por ejemplo que es una especie de himno religioso rastafari (los israelitas serían los jamaicanos ansiosos de volver a Africa, su Tierra Prometida), e incluso algún chiflado ha llegado a ver “indicios” de antisemitismo en su letra. Nada más lejos de la realidad. Lo que “Israelites” narra –“en lenguaje espeso”, escribía el necrólogo de guardia de EL PAIS-, es el monólogo que de buena mañana le espeta una yonkee probablemente adolescente a su pareja, incitándole a salir a buscar la heroína suya de cada día y de paso, a empezar a espabilar un poco, porque “no quiero terminar como Bonnie and Clyde”.
En 1989 Gus van Sant rodó la excelente “Drugstore Cowboy”, una visión cruda y directa de una cierta juventud estadounidense que a principios de los ochenta cabalgaba la vida montada en una aguja hipodérmica. Eligió “Israelites” como tema central de la banda sonora del film; es obvio que él sí había entendido perfectamente la letra de la canción.
En los noventa, y ya convertido en un músico de culto, Dekker reeditó algunos viejos álbumes y publicó recopilaciones de sus trabajos. Ha muerto a los 64 años
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