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Hitler somos todos. Una aproximación personal al problema del Mal

Hay un planteamiento simplista y maniqueo acerca de la maldad que presenta el interior de cada Hombre convertido en campo de batalla, al estar supuestamente escindido el ser humano en dos mitades opuestas: lado Oscuro y lado Luminoso, Bien y Mal en eterna pugna. Es un planteamiento simplificador, psicologista y un tanto meapilas (es decir, muy norteamericano).

A mi juicio el problema es otro. De entrada, no creo en la maldad con mayúscula; hasta Juan Pablo II ha negado la existencia del Diablo, y por tanto del Mal Absoluto. No existe el Mal en estado químicamente puro, fácilmente reconocible y señalable: existe otra cosa más cotidiana e infinitamente más inquietante.

Veamos. Adolf Hitler amaba a los animales y se ponía histérico cuando alguien reñía a un niño en su presencia; era un mal pintor, pero tenía una notable sensibilidad musical; con las mujeres era tímido, cortés y extraordinariamente educado; los niños de Goebbels, en fin, le adoraban y le llamaban "tío Adolf". Hay una foto bastante difundida en que se ve a uno de esos niños a caballo de un Hitler de uniforme y a cuatro patas, en un ambiente relajado y familiar…

¿Había momentos en que de tío Adolf se apoderaba Míster Hyde? Eso es una tontería: en realidad, el mismo cariñoso, educado y paciente tío Adolf era, simultáneamente y en una sola pieza, mister Hyde. Al igual que lo somos todos nosotros.

Entre los nazis seguramente había algunos, pocos, locos homicidas, cegados por el deseo de matar. Pero la mayoria de ellos no eran así. Ni tampoco la inmensa mayoría de los alemanes que les apoyaron hasta el final. Ni siquiera probablemente el propio Adolf Hitler era un loco homicida sediento de sangre, como un Conde Drácula elevado a la enésima potencia; eso es solo una caricatura. Hitler era un paranoico extremo, pero no un psicópata homicida.

En general, los alemanes son buenos padres de familia, respetuosos con el medio ambiente y amantes de su país y sus tradiciones. Los alemanes del período 1933-1945 eran así, no podían ser de otra manera a menos que en 1932 unos extraterrestres hubieran abducido a toda la población alemana y la hubieran substituido por una masa de locos homicidas. Como es obvio, eso no fue lo que pasó.

Una pista importante para saber qué pasó en Alemania durante esos años está en "Eichmann en Jerusalén", un documental aterrador por el vértigo que produce. Eichmann, el organizador de la red de campos de exterminio, fue secuestrado en la postguerra en Argentina por los israelíes, llevado a Israel, juzgado y condenado a muerte. Durante el juicio él se presenta como un hombre corriente, práctico y animado por los mejores sentimientos hacia su país y sus compatriotas; seguramente no mentía. Un funcionario eficaz y eficiente, enfrentado a un problema complejo, en el que invirtió lo mejor de su inteligencia y en cuya resolución puso todo su empeño: el exterminio de los judíos de Europa de la manera más racional posible.

¿Odiaba Eichmann a los judíos? Ojalá, porque esa sería una explicación tranquilizadora sobre su conducta. Pero no, Eichmann no estaba animado por un sentimiento especial de odio hacia los judíos; en realidad, ni siquiera parece haber sido uno de los nazis más fanáticos.

Eichmann era simplemente un burócrata alemán arquetípico, un funcionario público orgulloso de su papel en la sociedad, adornado con las virtudes propias de sus iguales: serio, trabajador y organizado. Si llegó a ser un genocida, fue precisamente porque esas virtudes le impulsaban a poner lo mejor de sí al servicio de la causa con la que se había identificado. Y esa causa, el nazismo, llevaba indefectiblemente aparejada la comunión con una serie de principios (como cualquier otra ideología, por otra parte), incompatibles en su caso con la existencia de los judíos sobre la faz de la Tierra. Para los alemanes exterminar judíos fue, por tanto, un reto de carácter técnico y no moral: había que coordinar horarios de transportes, encontrar un gas letal eficiente, dar salida a los subproductos generados por el exterminio…Y se pusieron a ello con toda su seriedad y capacidad proverbiales.

¿Se había apoderado de ellos su Lado Malo? Imposible: seguían mimando a sus niños, cultivando amorosamente sus flores y celebrando la Navidad con bellos cánticos…y continuaban poniendo lo mejor de si mismos en su trabajo…

En conclusión: ¿Y si "malo" y "bueno" no fueran en realidad dos aspectos diferentes y opuestos de nosotros mismos, SINO UNO SOLO, y por tanto estuvieran fundidos JUNTOS en nuestra personalidad más íntima?.

Inquietante, ¿verdad?.

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