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Entre Aznar y Bin Laden. A dos años de los atentados de Madrid

El segundo aniversario de los atentados del 11-M coincide con una fase decisiva de la instrucción de la causa, en cuyo sumario aparecen ya de manera nítida tanto los actores ejecutores del monstruoso crimen como la trama que organizaron para llevarlo a cabo. La autoría y responsabilidad de la rama local de Al Qaeda -patente desde los primeros días tras los atentados- ha quedado bien fundamentada sumarialmente, apoyadas en un conjunto de pruebas irrefutables que desmontan de modo demoledor los delirios fabuladores alimentados por la perrera mediática derechista española, que continúa patéticamente empeñada en librar de responsabilidades al gobierno Aznar atribuyendo los atentados a ETA.

Precisamente estos días arrecia la campaña intoxicadora político-mediática que insiste en inventar conexiones imposibles entre Al Qaeda y ETA, atribuyendo de paso la llamada "autoría intelectual" de los atentados a una fantástica red que abarcaría desde el partido actualmente gobernante en España, el PSOE, hasta las Fuerzas de Seguridad del Estado español, pasando por varios gobiernos europeos y árabes del momento y los servicios secretos de medio mundo, entre otros conspiradores supuestamente amalgamados para derribar a Aznar y su partido. La extravagancia de tales fantasías se agota en sí misma y sólo puede redundar en el desprestigio de quienes las propagan, tal como ha señalado la prensa internacional en repetidas ocasiones desde esas fechas.

 

Semejante despliegue intoxicador derechista imita obviamente la estrategia del calamar, quien mediante la difusión de grandes cantidades de tinta negra intenta ocultar su propio rastro. Esfuerzo baldío, pues a medida que avanza la investigación de lo sucedido resulta más inevitable la exigencia de responsabilidades también penales a quienes el 11 de marzo de 2004 gobernaban España, en tanto se está demostrando de forma inapelable que, a pesar de las amenazas recibidas de parte de los terroristas y de las informaciones reservadas que le facilitaron servicios y gobiernos extranjeros, el Gobierno Aznar perseveró en su loca y servil política exterior enfeudada a la agresión imperial y en su irresponsable ausencia de medidas de protección de la población española, haciendo inevitable el 11-M y agravándolo con el rosario de mentiras, calumnias y difamaciones con el que el PP y sus sicarios mediáticos nos bombardean a diario desde esa fecha, y singularmente durante las jornadas aciagas vividas por este país entre el 11 y el 14 de marzo.

 

Las campañas derechistas, con todo, no se han limitado al despliegue intensivo de insidias y mentiras contra quienes les desalojaron del poder. Desde hace dos años, por ejemplo, asistimos a un vergonzoso "tour de force" contra la Asociación de Víctimas del 11-M y su representante pública, Pilar Manjón, a quienes se pretende aplastar no sólo desde el insulto y la descalificación permanente, sino negándoles incluso su condición de víctimas y su derecho a organizarse al margen de los grupos controlados y teledirigidos desde el PP, como es la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). En ese sentido, la deriva ultraderechista de las organizaciones que como la AVT articulan "respuestas sociales" al servicio de las estrategias políticas del PP, resulta altamente preocupante por el clima de enfrentamiento civil que están propiciando.

 

Y sin embargo, las evidencias en relación con el 11-M son cada vez más brutales. Esta misma semana la cadena televisiva Cuatro presentó un reportaje del periodista Jon Sistiaga en el que se daba cuenta de la presencia de Al Qaeda en Internet. El documental resultaba muy ilustrativo (además de espeluznante) en relación con el dominio y uso del medio por parte del terrorismo islámico, pero tenía aspectos relacionados con el 11-M que desde el punto de vista español resultaban aún más interesantes de conocer. Entre ellos, la existencia de una web vinculada a ésa organización terrorista que hacía una evaluación a posteriori muy elogiosa de los atentados de Madrid, señalando sin embargo como errores de quienes los habían llevado a a cabo el uso de teléfonos móviles como activadores de las bombas en vez de haber utilizado despertadores corrientes (ya que los móviles dejan rastro que acaba conduciendo indefectiblemente hasta los terroristas), y la compra de explosivos al grupo de delincuentes asturianos en vez de habérselos allegado por sí mismos, habiendo dejado ahí otro flanco al descubierto; los yihadistas no deben fiarse de nadie y menos de delincuentes "cristianos" fichados y bien conocidos por la policía. Entre los aspectos positivos del 11-M, los terroristas evaluadores citan el hecho de que durante los primeros días el gobierno español insistiera en responsabilizar a ETA de los atentados, lo que, dicen, "facilitó la huida de los hermanos".

 

En otro vídeo aparecen los rostros de diversos dirigentes occidentales, a los que se simula disparar en la cabeza como si fueran dianas de francotiradores; uno de ellos es José María Aznar. Nada nuevo, pues ya antes del 11-M e incluso antes de los atentados de Casablanca, aparecieron en diversos vídeos propagandísticos la efigie de Aznar y banderas españolas quemadas por manifestantes árabes. Hay otro vídeo más reciente, en fin, en el que se profieren nuevas amenazas contra España por mantener tropas en Afganistán.

 

En suma, sabemos quién lo hizo y quiénes no lo evitaron. En realidad lo sabíamos desde el principio, desde pocas horas después del 11-M, cuando la verdad empezó a abrirse camino entre el bosque de mentiras con el que pretendieron abrumarnos. Pero -algo quizá mucho más importante- vamos conociendo también el Gran Juego, el que relaciona los atentados del 11-S, el 11-M, los muy oscuros cometidos en Londres, la Patriot Act y las leyes que la complementan dentro y fuera de USA, el asalto a Internet llevado a cabo en los últimos años so capa de defender la moral pública, las políticas de la Casa Blanca enfeudadas por completo a las grandes corporaciones, el despliegue económico-militar del Imperio en Oriente Próximo, y sobre todo y por encima de todo, el interés compulsivo de los norteamericanos por controlar las reservas petrolíferas mundiales, entre otros asuntos de no menor cuantía.

 

Algún día sabremos a ciencia cierta por qué la supuesta organización que dirige quien fuera un agente estratégico de la CIA en escenarios árabes -además de socio financiero privilegiado de la familia Bush- emprendió, supuestamente por su cuenta y riesgo, años después, una guerra absoluta contra el mundo entero. Una guerra terrorista que ha servido de excelente excusa para un despliegue imperial en los frentes ideológico, económico y militar jamás conocido antes en este planeta.

 En definitiva, algún día sabremos quién tira de los hilos de esa marioneta que se ha dado en llamar Al Qaeda.

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