El graffiti como documento histórico
Contra lo que suele pensarse, dejar en una pared una opinión, un pensamiento o simplemente una boutade, es un ejercicio tan viejo como la existencia misma de la escritura.
Es el paso del tiempo quien confiere interés a un graffiti. Lo que hoy nos parece –y es- una porquería nacida de un acto de mala educación, mañana será un documento histórico.
Cuando dentro de cientos o miles de años los arqueólogos del futuro desentierren el cuarto de baño de un bar de una ciudad mediterránea cualquiera, es seguro que se sentirán indescriptiblemente felices al encontrar sus paredes cubiertas con graffitis obscenos. El riesgo está en que a partir de su estudio generalicen sobre nuestra cultura contemporánea, y decidan por ejemplo que la nuestra fue una civilización de obsesos que rendían culto a todas horas a muy crudas representaciones sexuales.
Sin pretender por tanto caracterizar las sociedades a través de ellos, si que los graffitis resultan especialmente útiles para comprender la mentalidad de las gentes en una época y un lugar determinados. Algunos ejemplos son hasta emocionantes, vistos desde la perspectiva actual.
En una reciente visita a Zaragoza, vi un graffiti en el museo del Foro Romano cesaraugustano que me fascinó. Data de hace dos mil años, y dice aproximadamente así: VOTAD A MARCO FABIOPARA DUOVIRO (ALCALDE).ES DIGNO DE LA REPÚBLICA
LO RECOMIENDAN LOS PANADEROS
Estuve absorto un buen rato ante el trozo de pared, aquilatando esas palabras. Cuando pude sustraerme a su hechizo, había llegado a las siguientes conclusiones:
Los romanos de hace dos milenios ya tenían un sistema electoral complejo, con candidatos que necesitaban apelar a los votantes para garantizarse la carrera política.
Marco Fabio contaba con un "equipo de campaña", o al menos con algún propagandista dispuesto a cantar sus virtudes, que dejó escritas en el corazón mismo de la ciudad (el Foro). Dudo mucho que lo hiciera gratis.
Si Marco Fabio decía de sí mismo como valor personal propagandístico que él "era digno de la República", implícitamente estaba dando a entender que otros candidatos no lo eran; la corrupción no debe ser pues un invento de nuestros días, como pretenden hacernos creer algunos.
Con semejantes premisas, si los panaderos recomendaban a Marco Fabio para un cargo tan notorio como el de alcalde de Cesaraugusta, significa que no sólo el recomendado era persona de su confianza –tal vez un estómago agradecido a su servicio-, sino que los lobbys profesionales y políticos, de creación supuestamente norteamericana, ya eran cosa vieja en Europa cuando por las cercanías del solar donde hoy se ubica el Capitolio de Washington sólo andaban algunos pieles rojas semidesnudos.
No sé por qué tengo la impresión de que Marco Fabio debió ser a la vez un político corrompido y un buen alcalde.
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