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Las luces de Melilla

En la noche del 4 de octubre, la cadena de televisión Tele 5 ha emitido un estremecedor reportaje sobre lo que está ocurriendo en la frontera entre Marruecos y las ciudades españolas de Ceuta y Melilla.

 En el documental, titulado La última frontera y rodado a lo largo de un año, entre 2004 y el verano de 2005, se muestran las vicisitudes por las que atraviesa un grupo de inmigrantes subsaharianos en su intento de saltar clandestinamente la valla que rodea Ceuta y Melilla, último obstáculo que les impide entrar en Europa.

Las imágenes son de una enorme crudeza. Ante la cámara, los inmigrantes van desgranando sus historias particulares, explicando por qué y cómo han llegado hasta ese bosque perdido en las proximidades de la frontera, en el que se ocultan esperando el momento propicio para saltar la verja metálica que pretende cerrarles el paso. El hambre, el miedo, la soledad y la desesperación guían los pasos de este grupo de hombres jóvenes, ansiosos por alcanzar esa vida mejor que creen les espera al otro lado de la valla. Llegados desde lejanos países del Africa negra, algunos han caminado durante meses e incluso años para estar allí, han pasado todo tipo de privaciones y han visto morir a familiares y amigos en ese trayecto infernal. Todo por un sueño.

 

Especialmente impresionante es la vista nocturna de la ciudad desde el monte donde los inmigrantes esperan el momento propicio para el asalto. Las luces de Melilla brillan bajo ellos, que las contemplan entre la ensoñación y el temor: llegar a esas luces es el sueño de cada uno de ellos, pero en el corto trayecto que hay hasta ellas todos los sueños pueden quedar destrozados e incluso se puede perder la vida. La angustia y la esperanza corren juntas.

 

Por fin llega el momento de intentar el salto. Armados de rudimentarias escaleras de madera confeccionadas por ellos mismos, el grupo de inmigrantes se abalanza sobre la doble verja de malla metálica coronada de alambre de espino de 3 metros de altura (actualmente se está elevando a 6 metros, y ya se habla de una tercera valla e incluso de subirla hasta los 12 metros). Lo peor llega cuando son descubiertos. Cuando la mayoría están trepando la valla, los guardias civiles españoles que custodian la frontera se precipitan sobre ellos. Se oyen claramente voces que dicen textualmente: "Baja negro, o te mato" y "Baja negro, que te voy a pegar en la cabeza con esto (se supone que es la porra)". En un momento dado se oyen con toda claridad varios disparos seguidos. En otra toma aparece, en el espacio entre las dos vallas, un inmigrante acurrucado en el suelo, al lado de un vehículo de la Guardia Civil, mientras es aporreado por cuatro o cinco guardias; uno de ellos le da varios puntapiés seguidos por todo el cuerpo.

 

Cuando los que no han podido cruzar la verja regresan al bosque, vemos a uno de ellos tumbado en el suelo. El hombre dice haber recibido un balazo en la cabeza. El herido habla a la cámara, y sus palabras son verdaderamente conmovedoras; las copio textualmente de la web de Informativos Tele 5: "Me han disparado. No sé si es grave pero no puedo levantarme. No puedo pensar bien. No sé si saldré de esta. Sólo sé que mi corazón está llorando. Los marroquíes saben lo que pasa aquí, las Naciones Unidas saben lo que pasa aquí, la UNESCO sabe lo que pasa aquí… entonces, ¿por qué los agentes de seguridad nos tratan como a animales? No soy un animal, soy un ser humano".

 

Los que consiguen entrar en Melilla tampoco encuentran lo que en su ingenuidad buscaban. Hacinados en el centro de acogida, sin ninguna expectativa clara a corto plazo, con el miedo a la expulsión inmediata, pasan el tiempo sin nada en que ocuparse que no sea dar vueltas a los recuerdos que les ha dejado el drama vivido. Incluso allí continúan siendo perseguidos. Un inmigrante cuenta a la cámara su temor a ser detenido por la Guardia Civil en el trayecto a pie desde la comisaría de policía en la que se ha presentado voluntariamente para obtener una especie de certificado de pre-expulsión (que en realidad funciona como el primer documento a obtener para una posterior legalización) hasta la delegación del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, donde al presentar ese papel se le facilita un carnet que le identifica y con el cual puede comenzar a buscar trabajo y, lo que es más importante, hacer prácticamente imposible su expulsión automática.

 

Las conclusiones que se extraen de las imágenes son, sencillamente, demoledoras. Ajena a cualquier sensacionalismo, "La última frontera" es una aproximación honesta, sin medias tintas ni discursos ideológicos, a una realidad brutal que debería lacerar todas las conciencias. Todas las conciencias.

 En suma, un trabajo periodístico de primera sobre un drama desgarrador.

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