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Del vídeo como arma de destrucción masiva

Todos nos hemos estremecido al ver el vídeo en el que el británico secuestrado en Irak implora directamente a Tony Blair que haga algo para salvar su vida. Más que un ser humano, lo que mostraban las imágenes era ya un animal enjaulado y enloquecido por el miedo y el sufrimiento. En fin, si el señor Blair es capaz de mirar ese video y limitarse a arquear levemente las cejas, que según dicen es su manera de reaccionar ante las malas noticias, propongo que le hagan radiografías de su corazón y de su cerebro para averiguar en qué clase de mármol los tiene tallados.

 

A los secuestradores del ingeniero británico –que previamente degollaron como cerdos a dos norteamericanos- la popularidad –siniestra, pero popularidad- que les proporciona esa especie de "reality shows" que con medida cadencia producen, seguramente debe llenarles de satisfacción. En Bagdad se venden baratas y públicamente, sin ningún disimulo, las cintas de esas y de otras decapitaciones anteriores. Por cierto, para imaginar qué placer extraen de ellas en Irak y fuera del país gentes que ni siquiera son islamistas, no hay más que ver alguno de los llamados "programas del corazón" en cualquier cadena televisiva española; la esencia es exactamente la misma: el morbo más oscuro y cierta pulsión destructiva. A la suma de esos dos factores la llaman "entretenimiento".

En cualquier caso, el tipo que descubrió que matar de manera primitiva a un occidental ante una cámara de vídeo es quizá una de las inversiones en imagen más rentables del mundo en este momento histórico, es sencillamente un genio del marketing. Aunque sea árabe probablemente ha estudiado en universidades europeas o, con más seguridad, norteamericanas (allí se rinde culto aún mayor a la potenciación del mensaje a través de la imagen). La cruel paradoja es que el occidente capitalista ha entrenado con tal provecho y eficiencia a estos elementos, que ahora conocen perfectamente nuestra idiosincrasia y nuestra manera de vivir y de actuar y pueden usarlas eficazmente en contra nuestra. Manejan con soltura tal cantidad de claves nuestras (económicas, sociales, culturales…pero también ideológicas, sentimentales y hasta viscerales), que nos han convertido en seres absolutamente vulnerables ante ellos. No solo pueden volarnos en pedazos con bombas, sino que, lo que tal vez sea aún peor, pueden manipularnos con el conocimiento de causa conque Pavlov manipulaba a su perro en sus experimentos.

 

Por lo demás, el coste del montaje (arma, plató, tecnología, actuantes) es ínfimo, y los efectos son sencillamente de una grandiosidad devastadora. Ante nuestra vista, los "terroristas del vídeo" se convierten en amos y señores del único valor que lo es todo en el Occidente escéptico: la vida humana, sobre todo la propia, la de los occidentales.

Para contrarrestar ese despliegue absolutamente avasallador, quienes dirigen el mundo occidental están oponiendo imágenes que por la debilidad que transmiten, mueven a risa a cualquier especialista en análisis mediático: las Simonas liberadas, abrazadas y vitoreadas por sus familiares y vecinos, rodeadas de policías incomodados por el tumulto y por periodistas mantenidos a distancia, proclamando ellas su voluntad de volver a Irak para seguir con su misión salvífica (todo ello después de que Berlusconi haya comprado sus vidas –pagando todos los italianos, obviamente- por el razonable precio de un millón de euros); y un congreso del partido Laborista británico que parece un Comité Central del PCUS, y del cual, entre una salva de aplausos bovinos para el encantador líder inglés, sacan a rastras a un par de contestatarios apostillados por Blair como ejemplo de la libertad de discrepancia existente en Occidente, mientras un absurdo Bono (el cantante de U2) finge reñirle un poco y lanza sus estúpidas arengas de niñato rico pseudopacifista y pseudoecologista.

 Si esto es todo lo que pueden oponer a esa carga de caballería icónica que se produce en nuestros televisores cada vez que los islamistas degüellan ante el vídeo a una de sus víctimas, Occidente tiene la guerra perdida.

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