Las películas no son cine
Hasta la década de los años veinte, el cine no era más que un juguete de feria. Fue en esa década cuando se creó su lenguaje y se consolidó como industria. Los años de esplendor en los dos sentidos vinieron inmediatamente después, en los treinta y cuarenta.
La Caza de Brujas a principios de los cincuenta marcó el inicio de la decadencia del cine y en los sesenta entró en acelerada agonía, desapareciendo al principio de los setenta. Lo que no significa que desde entonces no se hagan películas y que algunas incluso sean estimables; pero el cine como tal dejó de existir hace ya más de treinta años.
Ya no hay cine, pero los beneficios que genera la ingente cantidad de películas que se ruedan en Hollywood no han sido nunca tan grandes. No hay actores, ni directores ni productores de cine, pero el remedo de Star System que se ha inventado la industria contemporánea cumple a la perfección su cometido. El ritmo de trabajo es feroz: los estudios Walt Disney por ejemplo lanzan un producto nuevo cada año, y los éxitos de taquilla se suceden a nivel mundial y obligan a la filmación de segundas, terceras y todas las partes que admita el consumidor antes de declararse saturado por determinado producto fílmico y requerir uno nuevo.
La implicación creciente entre películas y televisión facilita nuevos canales de distribución para productos cinematográficos ya quemados en los circuitos de exhibición convencionales; de hecho, hace tiempo que se producen películas para su exclusiva distribución en el formato televisivo. También, sirve para fogear los recursos humanos que intervienen en el producto cinematográfico y perfeccionar su nivel de competencia técnica: cualquier telefilme norteamericano de cuarto orden es hoy un producto que responde a ciertos estándares de calidad técnica material muy normativizados, y por tanto están técnicamente «bien rodados», lo que no es óbice para que continúen careciendo de cualquier grado de interés desde el punto artístico.
El cine no va a volver, porque su tiempo ya pasó. La industria de producción de películas actual está en otra cosa, y Hollywood en realidad ya no existe: lo que hay es una caricatura de aquél mundo.
¿Alguien cree que un actor secundario tan pésimo como Ronald Reagan hubiera llegado a presidente de EEUU en los años treinta, cuarenta o, cincuenta? Eran otros tiempos. Son otros tiempos.
Ningun comentario