Atenas con la cara lavada
La verdad es que la Atenas que con motivo de los Juegos Olímpicos está saliendo estos días por la tele, poco tiene que ver con la ciudad que me encontré en abril último: entonces era una urbe fea, sucia y caótica, llena de zanjas y escasa de alumbrado, y en la que por cierto en toda una semana ni Dios trabajaba (literal: era Semana Santa). En apenas cuatro meses le han hecho un lifting realmente espectacular.
Naturalmente todo eso ha costado una millonada, y a diferencia de Barcelona por ejemplo, aún no se sabe quien va a pagar: señal inequívoca de que acabarán pagando los contribuyentes griegos, y seguramente deberán hacerlo durante generaciones. Pero los griegos son pacientes y tienen las espaldas anchas, así que cargarán con esa cruz como han cargado con otras peores a lo largo de su historia moderna.
El caso es que estamos viendo una ciudad aseada y organizada, al menos en aquellos tramos en que se sabe que se van a instalar cámaras de televisión. Con todo, llama la atención la poca gente que se ve en la calle siguiendo las pruebas que discurren por el centro de la ciudad (el calorazo debe ser de órdago), y la persistencia del aspecto tristón que sigue teniendo Atenas, al menos la situada entre la plaza Omonia y el barrio de Platka. Es como si ni los Juegos Olímpicos hubieran conseguido darle una pátina de alegría a la «piel urbana» del centro ateniense, formada por edificios bajos, uniformes y grises, mortalmente aburridos en su monotonía.
Al parecer han quitado de en medio a las manadas de perros vagabundos, para gran disgusto de la periodista Maruja Torres y alivio de cualquier otra persona que pasee la ciudad al anochecer. Y supongo que también habrán hecho desaparecer del mapa a esas multitudes de desocupados albaneses, árabes y griegos de provincias que desmadejados contra las esquinas o sentados en cualquier sitio un poco por todas partes, miraban con cara hosca y gestos enigmáticos como los turistas iban y venían.
Sucede que las ciudades siempre se lavan la cara para los grandes acontecimientos, y algunas incluso siguen haciéndolo después de ellos. Sinceramente, no creo que Atenas sea de éstas últimas. Algo me dice que en cuanto pasen los Juegos en la capital helénica todo volverá, inevitablemente, a ser como antes, como siempre ha sido.
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