Wall Street no puede diseñar nuestro futuro
Oskar Lafontaine, socialista alemán. Actualmente lidera una coalición de disidentes a la izquierda del SPD. Artículo publicado en La Reppublica y en Clarín, 2001. Traducción de Cecilia Beltramo.
La globalización cuida el interes de los mercados financieros, pero olvida al resto de la humanidad.
Antenas, televisión y computadoras redujeron las distancias en todo el mundo. El intercambio económico entre los pueblos va en aumento. Se trata de un fenómeno llamado globalización, que hay que analizar con detenimiento para descubrir sus ventajas y desventajas. Los mercados laborales siguen siendo, en su mayor parte, regionales. Es verdad que aumenta la movilidad de los profesionales muy especializados, pero la gran mayoría de la población mundial vive y trabaja en el país en que nació.
La migración de la fuerza laboral provoca tensiones sociales. Es por eso que, con la incorporación del este, los Estados europeos quieren asegurarse una limitación de la inmigración de mano de obra barata. También los mercados de propiedades son mayoritariamente mercados regionales. El intercambio producto del comercio exterior de los grandes bloques económicos mundiales constituye aproximadamente el 10%. La actividad económica se centra en gran parte en el mercado nacional. Los únicos mercados globales son los financieros.
Las crisis financieras de México, Asia, Rusia, Brasil y Argentina revelaron la inestabilidad de los mercados financieros internacionales. No cabe duda de que las crisis financieras provocaron.un considerable aumento de la desocupación y el empobrecimiento social. Durante las cumbres que mantienen los jefes de gobierno de las principales naciones industrializadas, éstos abogan invariablemente por una nueva arquitectura financiera mundial. Pero nunca se pasó de las palabras a los hechos. ¿El motivo? Sin los Estados Unidos, no es posible llevar a cabo el nuevo ordenamiento.
MENTIRAS DEL NEOLIBERALISMO
Pero tampoco el presidente estadounidense puede hacer lo que quiere, ya que es prisionero de los intereses financieros de Wall Street. Dado que Wall Street financia las campañas electorales de los candidatos a la Casa Blanca, los presidentes estadounidenses se sienten en el deber de defender sus intereses. Por ese motivo no hizo nada Clinton, y por la misma razón tampoco hará nada Bush. Igualmente obligado se siente el primer ministro de la city londinense.
La destrucción de la naturaleza también forma parte de la globalización. Al igual que en el caso de los mercados financieros, hace falta una reglamentación mundial obligatoria respecto de la contaminación. Los acuerdos internacionales son de naturaleza voluntaria. Los EE.UU. son los primeros en lo que respecta a dar el mal ejemplo. Son el país industrializado que tiene el mayor índice de emisión de C02 por habitante. Poco después de asumir, sin embargo, Bush declaró que no estaba dispuesto a suscribir el Protocolo de Kyoto. El lema "America first" (los Estados Unidos primero) nunca fue tan inoportuno como en el caso de la política sobre protección ambiental.
Por más grande que sea, una nación no puede asegurar sola una eficaz protección ambiental, sino que hace falta la colaboración internacional. Los intereses ecológicos chocan con el espíritu neoliberal. En la carrera tras el oro, en la búsqueda de utilidades y ganancias cada vez mayores, las normas ecológicas constituyen un obstáculo. Y si una economía fuerte contribuye a respaldar las campañas electorales de igual manera que la industria financiera, las consecuencias son previsibles. La debacle financiera llevó a Rusia a decidir la apertura del país a la importación de desechos nucleares. Por este motivo es necesario que también el movimiento ecologista Greenpeace forme parte del movimiento de oposición a la globalización.
Al igual que en el caso de los mercados financieros mundiales, también en lo que respecta a la destrucción global se nota que el esfuerzo que hacen los gobiernos es poco. Y los votantes que todavía no nacieron no tienen voz -ni voto- en esto.
Otra desventaja de la globalización es la pérdida de la identidad cultural. Por todas partes encontramos McDonald's, Coca-Cola y jeans. Cuando en agosto de 1999 el francés José Bové destruyó un local de McDonald's en la ciudad de Millau, en Francia, se trató de un acto simbólico. El "savoir vivre" francés no debe ceder espacio a la cultura chata del "fast food". La lucha de los pueblos de todo el mundo en defensa de su identidad cultural seguirá adelante. En toda lucha está en juego la verdadera riqueza del mundo, la riqueza cultural, y algún día hasta los accionistas comprenderán que el dinero no se puede comer. José Bové afirmó: "La globalización aniquila el Tercer Mundo y amenaza la civilización europea. Es hoy más mortífera que todas las guerras. Es responsable de que en el mundo haya ochocientos millones de hambrientos. Hay que desenmascarar las mentiras del neoliberalismo".
Una de esas mentiras es que las tasas de cambio flexibles, la libre circulación de capitales y la producción que destruye la naturaleza contribuyen al bienestar de la humanidad.
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