Certezas e incertidumbres en torno a las tendencias políticas actuales en América Latina
El pasado 8 de mayo apareció en la revista electrónica La Insignia la primera parte de un artículo de Fernando Mires (América Latina y sus tendencias políticas), destinado a hacer mucho ruido. En ese trabajo Mires sintetiza con claridad el momento político que están viviendo los países no anglosajones del continente americano, y sugiere hacia dónde puede evolucionar la situación actual.
En el artículo de Mires se perfilan algunas certezas:
La primera, que toda América (salvo la anglosajona) está viviendo el inicio de un profundo proceso de cambio. El cambio que se avecina no es sólo la búsqueda de nuevos modelos sociales. Afecta sobre todo a las mentalidades desde las que se propone y protagoniza ese cambio: todo lo que está pasando es radicalmente nuevo, aunque a veces se recurra a retóricas viejas (bolivarianismo, etnicismo), y algunos protagonistas momentáneos de ese proceso pretendan reeditar viejos esquemas caudillistas. La dinámica de las cosas acabará pasando por encima de esos obstáculos.
La segunda certeza es que ese proceso está protagonizado por grupos, movimientos e ideas que son o dicen ser de izquierdas. No podía ser de otro modo, obviamente, pues los cambios sociales los protagonizan las izquierdas; también, a veces, los inician quienes sin ser de izquierdas fingen serlo mientras intentan cabalgar el tigre de los movimientos populares en provecho propio, de sus patrones o de sus asociados.
La tercera certeza hace referencia a que las izquierdas americanas son plurales, probablemente mucho más que en cualquier otra parte del mundo. Razones complejas y largas de exponer hacen que eso sea así, y en todo caso se trata de la simple constatación de un hecho. Sí cabe apuntar que esa variedad tiene que ver fundamentalmente con las diferentes experiencias "nacionales" latinoamericanas (en la medida en que los países latinoamericanos constituyan naciones, que es algo perfectamente opinable), y en suma, con las diferentes experiencias históricas de dominación de clases en cada uno de esos países.
Una cuarta certeza constata el hecho de que no existen en la América no anglosajona derechas políticas organizadas, al menos de modo eficiente. Y menos, derechas con tradición democrática. Ese vacío comporta la no representación política democrática de las clases medias, y su posible adhesión, por tanto, en situaciones de crisis, a otras soluciones (por ejemplo, dictaduras militares) que pueden yugular el proceso de cambio continental en marcha.
Una quinta y última certeza que se desprende del artículo, señala que el populismo está impregnando toda la política americana. Para Mires el populismo no es ni bueno ni malo, todo depende de quién lo protagonice y en beneficio de quién o quienes lo haga. Ahí discrepo: creo que todo populismo es en sí intrínsecamente perverso por fascistoide y contrario a los intereses populares, aunque se reclame su benefactor y, en ocasiones, comporte algunas mejoras inmediatas (y pasajeras) para las clases oprimidas. El populismo gobernante no cambia nada realmente, no construye, y cuando desaparece no deja nada tras él salvo el desengaño y en ocasiones, el regreso a una situación peor a la que existía antes de su acceso al poder.
En síntesis, las ollas latinoamericanas están hirviendo, y nadie sabe qué guiso saldrá de ahí, aunque parece cada vez más claro que no será uno solo: habrá "guisos" muy diferentes, con sabores y olores incluso contrapuestos. Algunos se quemarán, y otros saldrán poco hechos. Hay incluso el riesgo de que algunos pucheros acaben volcados. Las incertidumbres son muchas, y no hay garantías de nada
Entre las principales incertidumbres que se dibujan, la primera dimana de una de las certezas enunciadas anteriormente: si las clases medias no tienen instrumentos de representación política propios, si no hay partidos de derechas democráticas consolidados, cualquier solución de fuerza "para restaurar el orden" puede ser bien acogida por ellas. Ya ha ocurrido en el pasado, y puede volver a repetirse en un futuro inmediato. Cuando las clases medias se sienten excluidas del juego político o se ven en riesgo de proletarización, reaccionan girando hacia la extrema derecha; el fascismo siempre nace del miedo de las clases medias ante el avance de los desposeídos en general y de las clases trabajadoras en particular.
La segunda incertidumbre tiene que ver con la "nueva" vieja política exterior del Imperio para la América no anglosajona. Tras el final de la Guerra Fría, los EEUU dejaron de considerar América Latina como un escenario prioritario. La consecuencia de ese abandono ha sido doble: la democratización de esos países (que ha permitido liberar fuerzas de cambio, las que están pugnando en estos momentos por manifestarse y alcanzar el poder), y la penetración económica de empresas europeas en el antiguo "patio trasero", hasta el punto de haber desplazado a las norteamericanas.
Finalmente EEUU se ha dado cuenta del error estratégico cometido, y la Administración Bush ya está anunciando su "vuelta" a América Latina. No habría que descartar por tanto incluso intervenciones militares norteamericanas directas en determinados países. Con todo, lo más probable es que en breve se inaugure un nuevo ciclo continental de golpes militares, semejante al que sumió América Latina en la barbarie en los años sesenta y setenta. Todo dependerá de la intensidad y profundidad de los cambios que se están iniciando allí, y de la correlación de fuerzas internacional entre el Imperio y el resto del mundo.
Una tercera y última incertidumbre hace referencia al papel que finalmente desempeñarán los populismos que están floreciendo en toda la América no anglosajona, y cúal será la concreción política que irá tomando cada uno de ellos. La actual ola de empuje por el cambio social está contribuyendo a cambiar radicalmente el escenario, pero difícilmente los populismos que la recubren e intentan manejarla podrán mantenerse sobre ella mucho tiempo: la presión exterior y las frustraciones interiores les desalojarán o les harán evolucionar en un sentido u otro.
Respecto a la caracterización de populismos y fascismos que hace Mires, estoy en general de acuerdo con él aunque me parece exagerado atribuir la condición de fascista al régimen cubano. El castrismo ha devenido, degenerando, en una dictadura de rasgos fascistoides, pero un régimen fascista es otra cosa. Por lo demás, llamar fascista a Chávez es atribuirle la posibilidad de tener alguna idea, la que fuere, a un ser que ha demostrado hasta la saciedad su primitivismo e incapacidad para alumbrar nada propio.
El artículo de Fernando Mires podéis encontrarlo en Papeles Rojos:
http://papelesrojos.blogspot.com/2006/05/fernando-mires-amrica-latina-y-sus.html
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