Los sheriffs de Bush ya asesinan en vuelos comerciales
El asesinato de un ciudadano estadounidense de origen costarricense por un policía secreta en un vuelo de American Airlines, viene a confirmar la deriva criminal de la paranoia por la seguridad que domina, ya hasta la exasperación, a los actuales mandatarios de EEUU y de otros países asociados en esta locura.
Rigoberto Alpízar recibió 5 balazos cuando atravesaba el pasillo de desembarque del aeropuerto internacional de Miami, adonde había llegado acompañado por su esposa en un vuelo procedente de Quito y Medellín. Según los testigos del suceso, el hombre que fue abatido echó a correr momentos antes por el pasillo del avión, mientras una mujer gritaba que era su esposo, que sufría un transtorno bipolar y que no había tomado su medicación. Alpízar no agredió a nadie ni, contra lo que posteriormente dijo la policía y desmintieron los testigos, amenazó con ninguna bomba real o supuesta; es más, el policía que viajaba de incógnito en el avión, al que los testigos describieron como un hombre con camisa hawaiana y pantalones cortos, en ningún momento se acercó a Alpízar para calmarlo o reducirlo de la forma que fuera. Fueron los policías que controlaban la salida de pasajeros del avión quienes dispararon sobre él a pesar de los gritos de su esposa.
Horas después del asesinato, persona tan poco sospechosa como el presidente de Costa Rica, país donde había nacido Rigoberto Alpízar, calificó como "paranoia extrema" la conducta de autoridades y policías estadounidenses en materia de seguridad. Por lo demás, el aspecto físico de Alpízar, como el de Jean Charles de Menezes, el brasileño asesinado a tiros por la policía británica en el Metro de Londres, le delataba inequívocamente como latinoamericano, y por tanto, "oscuro de piel", no WASP (blanco anglosajón); es decir, sospechoso, según los cánones que maneja la policía en USA y en bastantes otros países, incluidos la mayoría de europeos.
Un portavoz de la Comisión Europea declaró que cuando se pone la seguridad por encima de la libertad, termina por no haber tampoco seguridad. Vivimos tiempos difíciles, en los que cualquier persona puede ser secuestrada, torturada o muerta a balazos por funcionarios del Estado, en aras de una "seguridad colectiva" que está transformando el espacio público de nuestras sociedades -y también el espacio íntimo personal-, en una cárcel de alta seguridad en la que todos estamos encerrados y en la que todos somos sospechosos.
Esta supeditación de la seguridad individual –que en definitiva nace del respeto a la libertad- a un nuevo fantasma ultrarreaccionario cual es una seguridad colectiva ante la que todos somos delincuentes potenciales, que además es esgrimida como justificante de cualquier acción de los poderes públicos por aberrante y canalla que sea (desde los bombardeos aéreos de los barrios populares de Bagdad a los 800 vuelos de la CIA transportando secuestrados detectados sólo en Europa), ha prevalecido hasta ahora sin sufrir apenas críticas.
Por suerte, cada vez son más las voces que se alzan en contra, y éstas cubren ya todo el abanico político: desde el senador republicano McCain, antiguo prisionero de guerra en Vietnam (quien a pesar de haber apoyado la invasión de Irak, no cesa de repetir en público que EEUU no puede ganar esa guerra al precio de convertir su ejército y sus agencias en una caterva de torturadores y asesinos), hasta el reciente premio Nobel de Literatura, Harold Pinter, que en su discurso de aceptación ha manifestado su convicción de que Blair y Bush deben responder ante el Tribunal de La Haya por crímenes contra la Humanidad (banquillo en el que obviamente deberá acompañarles su compinche en la reunión de las Azores, José María Aznar).
Quien crea que las posiciones de gentes tan diversas como McCain y Pinter no son más que brindis al sol, debería recordar la prontitud con que tanto en el caso Menezes como en este reciente caso Alpízar los cuerpos de ¿seguridad? implicados, y sus responsables políticos, se han apresurado a mentir para intentar tapar la verdad. Si en el asesinato del chico brasileño ya se hiló una fantástica sarta de mentiras (que Menezes saltó el torno de entrada, que había echado a correr al ver a los policías, que opuso resistencia, etc: hoy sabemos que Menezes recibió los disparos en la cabeza, cuando estaba sentado tranquilamente en un vagón de Metro), en el crimen que ha acabado con la vida de Rigoberto Alpízar se ha inventado que éste hombre intentó abrir su maletín de mano después de advertir a gritos que llevaba una bomba dentro y que la iba a hacer estallar… algo que sólo oyeron y vieron los policías que le asesinaron ante los estupefactos pasajeros y personal del avión.
Es decir, si los "sheriffs" de Bush y los "bobbies" de Blair mienten tan rápido y de modo tan abrumador es porque saben que no están obrando correctamente. Quieren disolver responsabilidades, antes de que les obliguen a enfrentarse con ellas.
En definitiva, saben que el fanatismo neocon ya no les vale como coartada moral. Por eso, cuando se convenzan de que las responsabilidades no se diluyen sino que por el contrario, cada día que pasa les cercan un poco más, comenzarán a acusarse unos a otros.
Será el principio del fin, y lo peor de la pesadilla ya habrá pasado. Pero antes de llegar ahí aún harán mucho daño y derramarán mucha sangre inocente.
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