De cómo un accidente militar en Afganistán agita viejos demonios en España
El corporativismo es un mal típicamente español, y tiene su origen en ciertos comportamientos mafiosos que vienen de muy antiguo. La mayoría de la gente integrada en una corporación se considera a sí misma "intocable"; sabe que la corporación le proteje más allá de toda razón y que presiona a la sociedad para que reconozca la impunidad de sus miembros en toda circunstancia. En fin, que aquí los lobbies y los grupos de presión se inventaron hace siglos. La investigación del accidente del helicóptero militar español acaecido en Afganistán deja muy claro de quién fue la responsabilidad del hecho. Si ya es oficial que los helicópteros (eran dos, no lo olvidemos) no fueron atacados ni hubo un fallo mecánico, está claro que se trata de un error del piloto (o de los pilotos), y que en última instancia, fue el primer piloto quien estrelló el aparato: cuando se vuela a 200 km/h a diez metros del suelo, es muy posible que pasen estas cosas. Sabemos por EL PAIS que el oficial que llevaba el Cougar siniestrado había querido ingresar como piloto de combate del Ejército del Aire y que no pudo superar las pruebas, por lo que tuvo que conformarse con entrar en Tierra y pilotar helicópteros. Es como si uno quiere ser piloto de Fórmula 1 y termina conduciendo un taxi. Y eso tiene que tener consecuencias, claro: todos hemos visto taxistas conduciendo como si llevaran un Fórmula 1. Creo que se entiende a qué me refiero. Por lo demás, sabemos que el segundo helicóptero estuvo a punto de estrellarse al realizar una maniobra de evitación, que supuestamente le llevó a girar bruscamente a la izquierda. En entrevista concedida a EL PAÍS, el piloto de este segundo aparato dijo que la maniobra la realizó al "ver una columna de humo y creer que les estaban atacando". Según él, la distancia con el primer aparato era de doscientos metros; curioso que a tan poca distancia no pudiera determinar inmediatamente si la columna de humo era un cañonazo contra ellos o la consecuencia de que el primer aparato había chocado contra el suelo. El ministro Bono, citando la investigación oficial, dijo que el primer helicóptero tocó con el tren de aterrizaje en "la crestería" (sic) de una pequeña elevación, se elevó un poco, recorrió unos doscientos metros y se estrelló en el suelo, lo que provocó que el aparato comenzara a arder. Qué raro pues que el piloto del segundo helicóptero no percibiera inmediatamente que su compañero había chocado contra el suelo (volando a 200 km/h y a doscientos metros de distancia del primer aparato, él ya tenía que haber superado la "crestería" y gozar de contacto visual directo), y tuviera la duda de si el humo era consecuencia de disparos contra la patrulla de helicópteros. La cosa se aclara si recordamos que en las horas inmediatamente posteriores al accidente se difundió en todos los medios que, según testigos oculares, los dos helicópteros habían chocado sus aspas en el aire. Pero en cuanto intervino el Ministerio de Defensa se tejió a toda prisa una maniobra de despiste, abriendo todas las opciones posibles incluida la hipótesis de que podía tratarse de un ataque contra los aparatos, algo que en realidad había quedado descartado desde el primer momento. Una hipótesis más ajustada sería que probablemente ambos aparatos volaban mucho más próximos entre ellos de lo que dicen (los motivos quedan a la imaginación de cada cual), y que al tocarse uno de ellos se precipitó al suelo en tanto el otro pudo mantenerse en el aire tras ejecutar una maniobra violenta. Ocurre en toda esta historia que, una vez más, ha funcionado como un reloj el corporativismo militar, perfectamente asimilado en este caso por Bono y por, razones políticas, por Zapatero. Todos se han apresurado a echar tierra al asunto, porque en caso contrario la imagen del Ejército habría quedado dañada e incluso es posible que las familias del responsable o de los responsables del accidente hubieran tenido dificultades en la percepción de las indemnizaciones económicas estipuladas. Un mal precedente, en suma. Y ello aunque la gestión de la crisis por Bono y su equipo haya sido impecable, y probablemente haya acrecentado la popularidad del ministro de Defensa. Pero la versión oficial del accidente, sencillamente, no se tiene en pie. Por lo demás, en esta historia del helicóptero accidentado en Afganistán hay un asunto extremadamente turbio, sobre el que se ha comentado poco a pesar de llevar dinamita dentro. El PP, por boca de Zaplana, cometió un error de bulto al intentar sembrar la duda sobre porqué en Afganistán el Ejército español usa helicópteros Cougar en lugar de los Chinook, insinuando que hay intereses del gobierno (comisiones económicas cobradas y/o contrapartidas políticas) en preferir los primeros (de fabricación francesa) a los segundos (norteamericanos). A esta tesis insidiosa se han sumado alegremente algunos sorprendentes aliados circunstanciales; es el caso de Xabier Arzalluz, quien ha publicado al respecto una nota tan agresiva en la forma como gratuita en el fondo en IzaroNews. La confrontación entre uno y otro modelo de helicóptero no es una simple discusión tecnicista-militar, ni mucho menos. Bono ya le cerró la boca a Zaplana durante el debate citando la retahíla de aparatos Chinook estrellados -sumando decenas de muertos en esos accidentes- por problemas técnicos o fallos humanos, no derribados, sólo en Afganistán y desde la invasión del país en 2001. O sea que el Chinook de mejor aparato que el Cougar, nada de nada. Ocurre además que, como explicó Bono, el Cougar es el aparato actualmente homologado por los países europeos de la OTAN para esa clase de misiones. Para mayor inri, los Cougar españoles que operan en Afganistán fueron llevados allí por orden del gobierno del PP, quien en ningún momento los repatrió ni llegó a plantearse su substitución por otros aparatos. Todo esto lo saben, naturalmente, Zaplana y el Grupo Parlamentario del PP. ¿Entonces por qué lanzan la insidia?. Ciertamente para sembrar la cizaña, esperando que la prensa adicta sople sobre la brasa y se propague un incendio con grandes titulares del tipo :"Zapatero cobra comisiones por usar helicópteros franceses". Pero más allá de esa ruindad, tan propia de la derecha española por otra parte, a algunos se nos abre un fuerte interrogante: ¿Por qué ese desmesurado interés del PP en que el gobierno español compre y use helicópteros Chinook?. ¿No será que quienes realmente están cobrando comisiones por, contra toda lógica (calidad, homologación, precio), colocar material militar norteamericano "no competitivo" en España y quizá en otros países europeos es precisamente gente del Partido Popular?. A mí no me extrañaría que fuera así. Es sabido que los comisionistas abundan en el PP…y el rey indiscutible de los comisionistas es precisamente Eduardo Zaplana, actual portavoz "popular". Tanta fidelidad al Tío Sam no puede ser gratis. Al menos, viniendo de gente como Zaplana.
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