Negro rico, negro pobre. De cómo en EEUU el dinero maneja la justicia
Un jurado popular californiano ha declarado inocente al cantante Michael Jackson en el juicio por pederastia que se le seguía, a pesar de todas las evidencias en contra del acusado. En realidad, el veredicto final del tribunal no sorprende demasiado, habida cuenta de precedentes tan clamorosos como la absolución, asimismo "por falta de pruebas", del deportista también de raza negra O.J. Simpson.
Suele decirse que en EEUU el color de la piel determina la suerte que uno corre en un tribunal. En general, la gente de color lo tendría peor que los blancos, quienes suelen salir mejor librados en las sentencias que los negros y los latinos, por ejemplo. Las estadísticas nos dicen que una amplia mayoría de reclusos son de raza negra, de modo inversamente proporcional a su peso demográfico en el conjunto de la población; los negros son asimismo la inmensa mayoría entre los condenados a muerte, y sobre todo entre los ejecutados.
Por lo demás, es famosa mundialmente la ligereza conque personas de raza negra son condenadas a penas muy severas, e incluso a la pena capital con pruebas de poca consistencia o simplemente inexistentes; lo que tampoco resulta tan raro, si tenemos en cuenta que hace sólo unos meses que ha sido prohibida por el Tribunal Supremo la ejecución de menores y de deficientes psíquicos. "Jurado y cuerda" es una expresión nacida en los tiempos del Far West, que de algún modo sigue definiendo en USA el trato que los tribunales dispensan a quienes no forman parte de la sociedad WASP (blancos, anglosajones y protestantes).
Y sin embargo, gente de raza negra como O.J. Simpson o Michael Jackson no pisarán siquiera la cárcel, a pesar de que por su origen racial no forman parte de la privilegiada "América WASP".
Ocurre que en realidad, el racismo en EEUU –como en el resto del mundo- no tiene que ver tanto con el color de piel como con el dinero que se tiene o no se tiene. Si los negros conforman la mayoría de la población reclusa y son los visitantes más asiduos de la silla eléctrica y la cámara de gas, no es a consecuencia de un estigma indeleble determinado por su raza, sino simplemente porque la gran mayoría de ellos viven en las peores condiciones sociales: pobreza, marginación y criminalidad caracterizan la vida de los eufemísticamente llamados "afroamericanos", y les hacen chocar más pronto o más tarde con el sistema judicial del país.
Pero entre los negros norteamericanos también hay fuertes diferencias de clase, y naturalmente esas diferencias determinan las oportunidades (educativas, laborales, sociales) radicalmente diferentes que unos y otros tienen, precisamente en función de esa adscripción de clase. Una minoría de entre ellos viven tan perfectamente integrados en la América WASP que, como la piel de Michael Jackson, han logrado "decolorarse" hasta ser admitidos con naturalidad en los círculos de poder: artistas, deportistas, políticos y gentes de profesiones diversas han usado el dinero y la popularidad como instrumento de integración. Por tanto, han adquirido pleno derecho de uso sobre las ventajas que la sociedad estadounidense concede a los sectores privilegiados del país; entre ellos, la impunidad judicial.
No sólo son algunos negros quienes han accedido a esos privilegios. Recordemos que mientras que en los días inmediatamente posteriores al 11-S miles de musulmanes eran detenidos en los EEUU, la familia de Bin Laden pudo abandonar el país en un avión fletado especialmente por la Casa Blanca. Que se sepa, ni el FBI, ni la CIA ni ningún otro organismo oficial ha molestado ni las personas ni los intereses económicos de centenares o miles de ciudadanos saudíes y kuwaitíes residentes de modo más o menos permanente en USA, a pesar de las sospechas más que fundadas sobre que algunos de ellos estarían alimentando financieramente el terrorismo islámico. Pero son ricos, y la élite norteamericana hace negocios con ellos.
La justicia en EEUU pues puede ser ciega ante el color de la piel, pero tiene manos para tantear los bolsillos de quien comparece ante ella. Y ese examen previo es el que verdaderamente determina su veredicto final.
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