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País Vasco: el futuro ya ha empezado

La elecciones autonómicas celebradas en el País Vasco el pasado 17 de abril han roto con inercias muy consolidadas, y han abierto al tiempo un terreno de juego tan amplio que en él todo –o casi todo- es posible. El futuro de los vascos aparece sugestivo como tal vez nunca lo ha sido, mitologías aparte.

  

De entrada, la hegemonía política –y también ideológica, cultural y social- que en esa comunidad venía detentando el Partido Nacionalista Vasco (PNV) se ha roto, aflorando por fin la diversidad de una sociedad mestiza y compleja. Durante demasiados años el PNV ha funcionado como la tapa que cierra una olla en ebullición; adentro había toda clase de sabores y olores, pero sus posibilidades de manifestación eran mínimas porque todo el espacio estaba hegemonizado por una sola fuerza política.

Quienes han roto esa hegemonía han sido, en aparente paradoja, ciudadanos que aunque se identifican con el núcleo del discurso político peneuvista no comparten la deriva ideológica de los últimos tiempos, y sobre todo, las consecuencias institucionales que esa deriva está teniendo y era previsible que tuvieran en el futuro. La contestación interna al Plan Ibarretxe –considerado como el primer escalón hacia la independencia vasca-, ha llevado a uno de cada cuatro votantes de la coalición PNV-EA en 2001 a abstenerse o a cambiar su voto en las elecciones de 2005. El fracaso del lehendakari Ibarretxe parece evidente, y con él el final de la apuesta soberanista del PNV y el retorno subsiguiente de ese partido a posiciones más pragmáticas.

 

Yendo por partes, habría que analizar primero los elementos que han diferenciado esta convocatoria de elecciones anteriores, especialmente de las últimas autonómicas, celebradas en 2001.

 

Un primer elemento a tener en cuenta es la sensible disminución del clima de enfrentamiento civil en que se han celebrado. En 2001 el Partido Popular (PP) de Aznar estaba en la cima de su poder, y desde él realizó un esfuerzo colosal para intentar conquistar el gobierno vasco; en ese esfuerzo valió todo, según el estilo del PP, incluida la polarización de los vascos en dos bloques aparentemente irreconciliables: nacionalistas y "constitucionalistas", definidos en función del sentimentalismo nacionalista (vasco o español) de cada cual. A partir de la preponderancia de un valor tan inflamable e irracional, fue milagroso que finalmente no se produjera el "choque de trenes" de consecuencias incalculables que se pronosticaba.

 

En 2005 esa polarización extrema ha sido sustituido por una multipolaridad en la que los diferentes discursos políticos se han manifestado con total independencia de los "bloques patrióticos" a los que supuestamente deben adscribirse, lo que ha permitido conocer y diferenciar los diferentes posicionamientos políticos, e incluso la existencia de matices dentro de una misma fuerza política. Esa menor tensión –y la desmovilización social consiguiente- es probablemente una de las causas principales de la disminución de la participación electoral en relación a la convocatoria de 2001, participación que se ha rebajado ahora hasta coincidir prácticamente con la que se produjo en 1998.

 

El segundo elemento básico ha sido la ausencia de acciones terroristas de ETA (desde hace 23 meses la organización terrorista no ha asesinado a nadie), aunque su presencia política se haya canalizado a través del llamado Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV). La discreción etarra ante la campaña electoral y el rumor de conversaciones entre el gobierno español y el entorno político de los terroristas, han permitido que una mayoría de vascos hayan podido sentirse más libres a la hora de discutir políticamente y plantearse su voto (o su no voto), al rebajarse considerablemente la presión que el mundo etarra y afines ejercían sobre muchos de ellos.

 

En ese marco, los datos oficiales nos dicen que en 2005 ha votado el 69% de los ciudadanos vascos. En 2001, como consecuencia de las circunstancias extraordinarias antes comentadas, la participación fue diez puntos superior, alcanzando el 79%. Por provincias o territorios históricos, la participación en 2005 fue como siempre ligeramente superior en Gipuzkoa, el territorio más fuertemente nacionalista.

 

Los escaños del Parlamento Vasco se distribuyen entre las tres provincias sin respetar la demografía, a razón de 25 escaños por cada una de ellas (lo que hace que en Bizkaia -provincia de concentración industrial y de inmigración histórica- obtener un diputado cueste bastantes más votos que en Gipuzkoa, y que cueste un número de votos extraordinariamente mayor en comparación con Alava). Contando pues sobre un total de 75 escaños, la mayoría absoluta queda fijada en 38 diputados.

 

Todas las fuerzas que han obtenido diputados han quedado una vez más lejos de esa cifra. Por tanto, la única posibilidad de que ahora se constituya un gobierno estable pasa por establecer una coalición de gobierno entre varios partidos que juntos sumen al menos 38 diputados, o bien por el diseño de una política de alianzas parlamentarias que permitan gobernar a uno o varios partidos en minoría por debajo de esa cifra.

 

La coalición PNV-EA ha obtenido en conjunto 29 diputados (22 el PNV y 7 EA), lo que supone una pérdida de 4 escaños en relación a 2001, cuando obtuvo 33. Lo importante con todo, más que la pérdida de escaños, es la fuerte pérdida de votos experimentada, al pasar de 604.000 votos en 2001 a 463.000 en 2005. Es decir, PNV-EA han perdido 144.000 votos, casi uno de cada cuatro de los obtenidos en 2001. Lo mínimo que puede decirse es que no han podido retener ahora una parte importante de los votantes que sí movilizaron en 2001; siendo eso cierto, parece serlo más que la mayoría de los nacionalistas democráticos que se han abstenido es gente disconforme con la evolución de las cosas dentro de sus partidos y de las instituciones que gobiernan, especialmente en lo que se refiere al PNV, tal como señalaba al principio.

  

Se impone pues una reflexión profunda en el seno del nacionalismo democrático. En concreto en el PNV, donde el desgarro entre sus dos almas –la independentista y la autonomista- debería solventarse de manera pronta, so pena de entrar en una nueva dinámica de peleas internas y escisiones muy peligrosa para el conjunto de la política vasca.

 

En otro orden de cosas, el gran beneficiado de estas elecciones ha sido el PSE. Los socialistas vascos han roto la tendencia a la baja que venían experimentando en las últimas convocatorias autonómicas vascas, y han recuperado terreno tanto en votos como en escaños. De 13 diputados en 2001 han pasado a 18 ahora, ganando unos 19.000 votos (recordemos que la participación ha sido 10 puntos inferior a 2001, por lo que ese crecimiento es proporcionalmente mayor).

 

Contra la opinión interesada de quienes predecían que el previsible aumento de los socialistas vascos sería un simple trasvase de votos dentro del "bloque constitucionalista", es decir, que el PSE no iría más allá de sumar aquellos votos que perdiera el PP, la realidad final dice otra cosa muy distinta. En 2005 El PP, el partido de la derecha española, ha perdido 118.000 votos, más de un tercio de los votos que recibió en 2001, mientras que como decíamos el PSE ha avanzado 19.000 votos sobre sus resultados de 2001; si fuera cierto que todo el voto perdido por el PP se hubiera trasvasado al PSE, resultaría que en realidad los socialistas habrían perdido en esta convocatoria casi a la mitad de quienes les votaron en 2001, y que esos votos habrían sido substituidos por ex votantes del PP en la convocatoria anterior, lo que carece por completo de lógica.

 

El PP, como decía, ha pasado de obtener 326.000 votos en 2001 a obtener 208.000 en 2005, y sus escaños se han visto reducidos de 19 a 15. Es por tanto, el gran perjudicado por la descrispación que está viviendo la política vasca y, con matices, la española. El final del aznarismo y de la preponderancia del clima guerracivilista impulsado por éste, le ha perjudicado considerablemente. Esos ciento y pico mil votos en que ha disminuido el PP vasco (ha perdido exactamente el 36% de los que tuvo en 2001) se han ido con toda seguridad a la abstención, desencantados ante la imposibilidad manifiesta de conquistar ahora el Gobierno vasco, algo que sí parecía estar a su alcance en 2001, gracias al control que entonces el PP español ejerció sobre los movimientos sociales anti ETA (control que aún conserva) y sobre el PSE dirigido por Redondo Terreros (perdido con el relevo de éste por Patxi López).

 

Izquierda Unida del País Vasco (IU-EB) vuelve a donde estaba, es decir, a no pintar nada en la política vasca. Su paso por el gobierno tripartito de Vitoria no sólo no le ha aportado nada, sino que en relación a 2001 le ha supuesto una pérdida de 14.000 votos, el 18% de los que obtuvo entonces. De los 78.000 votos y 3 diputados obtenidos en 2001, IU-EB ha pasado a 64.000 votos, aunque ha retenido los 3 escaños. La explicación de cómo a pesar del fuerte descenso en votos IU-EB ha mantenido el número de diputados que tenía, radica en que al disminuir significativamente el número de votantes se han "abaratado" los escaños para los partidos pequeños con pocos votos (circunstancia que ha permitido asimismo la entrada de Aralar en el Parlamento Vasco). Con una participación semejante a la de 2001, IU-EB hubiera perdido casi con toda con seguridad los 3 escaños que retiene.

 

Casi uno de cada cinco votantes de los que le quedaban al partido de Javier Madrazo ha decidido abstenerse o cambiar de voto; muy probablente la gran mayoría han ido ha engrosar los 19.000 votos más obtenidos en estas elecciones por el PSE. Continúa así un proceso de vaciamiento del electorado histórico de IU-EB, y definitivamente se da cerrojazo a lo que quedaba del sueño anguitista de substituir al PSOE como referente de la izquierda española en general y de la vasca en particular. El error de cálculo de Madrazo prestándose al juego del PNV-EA con la esperanza de ocupar la posición del PSE como interlocutor de izquierda de los nacionalistas vascos ha sido tan inmenso, que solo cabe calificarlo como propio de un amateur de la política. Lo pagará probablemente a medio plazo con la destitución.

 

El Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV, o EHAK en euskera) ha sido la sorpresa de estas elecciones. Hace 15 días esta formación –una franquicia más de ETA-Batasuna con la que burlar la Ley de Partidos- era por completo desconocida; apenas contaba con 200 afiliados, y jamás había participado en una campaña electoral ni organizado un solo acto político público. Su uso como vehículo del voto nacionalista radical ha confirmado una vez más la extraordinaria organización y disciplina del voto proetarra; es evidente que el mundo abertzale radical no ha votado por unas siglas concretas ni por una supuesta ideología comunista (que a una buena parte del electorado proetarra repugna por internacionalista y obrera), ni mucho menos a unos candidatos improvisados (extraídos todos del sindicato proetarra LAB, y carentes de la más mínima experiencia política): lo que han votado, obviamente, es ETA, o mejor dicho, aquella formación que les han dicho representaba políticamente a ETA en estas elecciones.

 

Los 152.000 votos obtenidos por el PCTV (casi 8.000 más que los obtenidos por Batasuna en 2001), demuestran que una parte de la sociedad vasca, minoritaria pero presente, sigue apostando por cuanto ETA ha sido y continúa siendo. Un 12% de los votantes vascos en 2005 ha seguido entregando su alma política a una organización terrorista que, muy debilitada pero todavía no liquidada, continúa sobrevolando tenazmente la política vasca, aunque hayan quedado atrás los días en que se podía permitir condicionarla de modo decisivo. Es un dato a tener en cuenta. Algo habrá que hacer en el futuro inmediato con toda esta gente, a fin de recuperarla para la normalidad política y civil que se intuye cercana.

  

Otro dato quizá importante, aunque éste para la esperanza, es el buen resultado (dentro de la modestia de los apoyos que por ahora concita) de Aralar, la formación independentista progresista que saliendo del mundo abertzale radical, ha tenido la valentía de denunciar la violencia neofascista etarra y romper con ése mundo. Aralar ha conseguido un diputado y 28.000 votos, y abre una vía hacia la integración en la lucha política pacífica de cuantos desde el abertzalismo radical quieran participar en política de un modo civilizado, y a la larga, probablemente más eficaz para sus ideas que apoyar a quienes asesinan a los discrepantes.

 

La resultante política de las elecciones vascas de este abril de 2005 empieza a parecerse, tal vez por primera vez, a la sociedad vasca real, infinitamente más mestiza y compleja como decía antes de lo que la política oficial y los medios nos han mostrado hasta ahora. La palabra "transversal" empieza a estar de moda también en el País Vasco: alianzas y políticas transversales, gobierno transversal… El desarrollo de los próximos meses va a ser apasionante, y lo que en ellos suceda seguramente va a marcar para tiempo el futuro de todos los vascos, y probablemente también el de los españoles.

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