El Opus Dei, la Santa Mafia
El primer domingo posterior al fallecimiento de Karol Wojtyla, el diario EL PAIS dedicó un cuadernillo especial a la trayectoria y pensamiento de su persona (y personaje). Lejos de las hagiografías al uso, el perfil resultante una vez descritos los rasgos básicos tanto de la personalidad como de la ideología del Papa polaco no era precisamente favorecedor para Wojtyla. Tampoco parece que hasta poco antes del cónclave que le eligió Papa, hubiera habido en él nada que presagiara las altas responsabilidades que se le llegarían a confiar; si acaso, sólo su carácter fuertemente autoritario, su tozudez sin límites y un egocentrismo exacerbado y probablemente paranoide, parecían predestinarle a cierto ejercicio del mando. Por lo demás, ni como ser humano ni como ideólogo, el Papa polaco resiste la comparación con sus antecesores recientes, caso de Juan XXIII y de Pablo VI.
Y sin embargo, Wojtyla no solo consiguió escalar el trono de Pedro, sino hacer que su figura se viera proyectada hacia el estrellato internacional, a un nivel que pocas personalidades han alcanzado antes. Cómo un oscuro arzobispo polaco -a quien el régimen comunista de su país no había vetado el acceso a la jerarquía eclesiástica por considerarlo "no interesado en la política"-, había llegado a ser un superstar de la comunicación mundial incluso antes de comenzada la globalización, ha sido un misterio para la gente corriente pero no para quienes seguían la pista a ciertas organizaciones católicas.
En realidad, según cuenta el suplemento de EL PAIS, Juan Pablo II fue una creación del Opus Dei. Su anticomunismo furibundo en política y su talante reaccionario y ultraconservador en materia social y doctrinal, hacían de Karol Wojtyla la materia prima idónea para a partir de ella construir esa figura que todos conocemos hoy. Fue el Opus quien en los años setenta sacó a Wojtyla de Polonia y lo paseó por el mundo, promocionándolo según los mejores manuales del marketing del show business; estaban fabricando un Papa –"su" Papa-, y pusieron en ello todos sus recursos humanos y económicos. En Roma lo relacionaron con lo más selecto de los sectores influyentes en el gobierno de la Iglesia y de los ambientes laicos asociados a ella. Cuando tras el brevísimo pontificado de Juan Pablo I se buscó un nuevo Papa, el consenso sobre la designación de Wojtyla fue relativamente sencillo y rápido. La candidatura estaba muy trabajada con anterioridad.
¿Realmente el Opus Dei tiene tanto poder como para haber impuesto un Papa?. La respuesta es sí. Poder político, económico y social. Y obviamente, poder dentro de la Iglesia Católica. Tal vez tras la desaparición de Juan Pablo II la capacidad de influencia global del Opus en los asuntos de la Iglesia se vea disminuida, pero probablemente va a continuar de algún modo.
¿De dónde extrae ese poder el Opus? Evidentemente, de los recursos humanos y económicos que maneja. En las filas del Opus militan políticos, banqueros, cardenales, médicos, abogados, catedráticos, periodistas, y un sinfín de gentes de lustre. Desde su fundación en los años cuarenta, el Opus Dei ha ido tendiendo sus redes y pescando en los caladeros más selectos, sumando a sus efectivos aquellas gentes con ambición de ser los mejores y estar entre los mejores de los que sirven a Cristo. Porque para el Opus, como para cualquier otra secta, el supuesto servicio a la divinidad lo justifica todo; y todo significa, naturalmente, todo; no hay freno ni cortapisa alguna a la "santa desvergüenza" (sic) con que su fundador animaba a sus adeptos a actuar en la vida social.
El Opus Dei –la Obra de Dios, en latín- fue creado por un cura aragonés, nacido José María Escriba Balaguer. Años más tarde, cuando los humos aristocráticos se le subieron a la cabeza a quien había nacido en el seno de una humilde familia pueblerina, se transmutó en Josemaría Escrivá de Balaguer, en un ejercicio que da idea precisa del carácter fatuo del personaje. En su juventud, Escrivá de Balaguer fue ferviente partidario de Franco durante la Guerra de España, y no disimuló una abierta simpatía por los nazis alemanes, a los que veía como el muro de contención de la expansión del comunismo en Europa. Ultramontano y reaccionario, en Escrivá de Balaguer hay mucho de los curas rurales carlistas, aquella plaga que asoló España durante el siglo XIX.
Nacido como una sociedad mixta que agrupaba a curas y laicos y reivindicaba la "santificación del trabajo cotidiano" como vía hacia Dios, el Opus se ha distinguido por hacer uso intensivo del secretismo, la falta de transparencia y una discreción que lleva a muchos miembros del Opus a mentir sobre su adscripción a la secta. Su tenacidad en infiltrase en los medios financieros, jurídicos y educativos de los países de mayoría católica, le ha llevado a controlar no ya sociedades bancarias y financieras de renombre internacional, sino incluso Consejos de ministros en Europa y América Latina.
De España el Opus se extendió con rapidez y fuerza a Italia, México y otros países de cultura católica. En España tuvieron su fortaleza mientras vivió Franco. A partir de 1956 el Opus aporta ministros a Franco –los entonces llamados "tecnócratas-, en dura pugna con los falangistas liderados por Manuel Fraga, hasta que estos últimos son relegados del poder; en 1969 diecinueve ministros de Franco son miembros del Opus, y sociedades bancarias como el Banco Popular o el Banco Atlántico son suyas por entero.
En Italia el Opus consiguió una fuerte presencia en la Democracia Cristiana -gobernante durante décadas- y sus aledaños político-financieros, pero su ambición central era conquistar la ciudadela vaticana. Hubieron de reñir primero dura batalla con los jesuitas -el antiguo "ejército espiritual del Papa"-, y con el propio Pontífice romano de esos años, Pablo VI. Pero poco a poco fueron colocando sus peones y aplastando resistencias. Nombres como el cardenal Konig, arzobispo de Viena y uno de los principales defensores de la candidatura a Papa de Wojtyla, el cardenal español Martínez Somalo, actual camarlengo tras la muerte de Juan Pablo II, el cardenal Angelo Sodano, número dos de Wojtyla durante su papado, y Joaquín Navarro Valls, portavoz vaticano durante años, son opusdeístas que trabajaron intensamente al lado del Papa polaco, y naturalmente, contribuyeron a la sorprendente y acelerada beatificación del fundador Escrivá de Balaguer.
Es por todo ello que nombres como "La Santa Mafia", "La Masonería Blanca" o la "Mafia Negra", hacen fortuna en esos años para describir a la organización y a sus actividades, que en varios países –uno de ellos, la República Federal Alemana, gobernada entonces por los democristianos- es calificada públicamente como "secta destructiva". Una ingente bibliografía sobre el asunto, en la que destacan multitud de libros de ex miembros del Opus en los que explican sus vivencias en el interior de la secta, ofrecen, a pesar del secretismo típico de la Obra ("que tu mano derecha no sepa que hace tu mano izquierda", gustaba de citar Escrivá de Balaguer) un torrente de información sobre la podredumbre y rapacidad que acumula en su seno.
En España recuperó buena parte de su poder con el gobierno de José María Aznar (1996-2004). La carrera política "democrática" (antes había sido falangista) de Aznar fue lanzada por el Opus, aunque no parece que el expresidente español haya llegado a ser supernumerario (miembro activo) de la Obra. En los últimos años, Aznar se acercó a los Legionarios de Cristo (secta aún más radical que el Opus), en la que militan su mujer y algunos de sus ex ministros, como Angel Acebes y José María Michavila, entre otros destacados políticos del Partido Popular.
En América Latina el Opus ha contado con apoyos políticos de importancia, primero durante el período de las dictaduras militares (especialmente en Argentina y Chile), y luego con las semidemocracias de transición. Perú bajo el mandato de Fujimori, simpatizante de la secta, fue la plaza fuerte desde la que irradiaron a los países de alrededor. Así, numerosos obispos en Perú, Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Venezuela e incluso Brasil pertenecen al Opus.
A partir de finales de los años noventa el Opus se plantea infiltrarse en las grandes organizaciones internacionales (ONU, OCDE, Parlamento Europeo y otras), y consolida y amplía sus aparatos de propaganda y formación (diarios, agencias de prensa, universidades privadas…).
Y sin embargo, a pesar de todo el poder acumulado o precisamente por su causa, los enemigos de la Obra son muchos, tanto fuera como dentro de la Iglesia Católica. La muerte de su valedor (¿o rehén?) Juan Pablo II les deja expuestos a la venganza de los muchos agraviados. El nombre del nuevo Papa será una buena pista para dilucidar el futuro de la Santa Mafia en los comienzos del siglo XXI.
Para un mejor conocimiento del Opus Dei:
"El poder del Opus Dei", de François Normand. Originalmente publicado en Le Monde Diplomatique núm. 12, septiembre de 2001
www.chile-hoy.de/internacional/041201_opus_dei.htm
"Preguntas y respuestas sobre el Opus Dei", de Franz Schaefer. Recogido en la web Gracias a Dios ¡nos fuimos! (del Opus Dei).
www.opuslibros.org/faqFS.htm
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