La coronación del emperador George Bush II
El segundo mandato presidencial de George Bush hijo ha comenzado con una toma de posesión fastuosa. De hecho, más que una ceremonia protocolaria usual (cada cuatro años se produce una toma de posesión, así que tampoco es algo tan extraordinario en sí), ésta ha sido planteada casi como una coronación imperial, no tan distinta de la que organizó Napoleón Bonaparte a mayor gloria suya en 1800.
Para igualar aquella ocasión, a Bush le han faltado la presencia del Papa bendiciendo el acto y una corona que ponerse él mismo sobre la cabeza. En realidad, el mandatario norteamericano no tiene ninguna necesidad ni del Papa ni de la corona: una vez vencido el comunismo en Europa oriental, el Papa ha perdido casi toda su utilidad para el Imperio; en cuanto a la corona, Bush la ha substituido con ventaja por una vieja Biblia, verdadero fetiche para los "necons". En el acto de juramento, Bush ha dicho la palabra "libertad" hasta cuarenta veces en veinte minutos, y ha vuelto a referirse al "llamamiento divino" que tiene EEUU para defender la "libertad en el mundo"; se conoce que de vez en cuando, Dios Padre le telefonea y le pone al corriente de por dónde deben ir los tiros (nunca mejor dicho) en política internacional.
Tres días de fiestas y celebraciones dejan una factura de 50 millones de dólares, el precio más alto para una investidura presidencial, que deberá pagar el ayuntamiento de Washington. Lo que no deja de ser curioso, dado que en las presidenciales en las que Bush ha sido reelegido sus votantes en la capital federal apenas llegaron al 10%, en tanto Kerry se llevaba casi el 90% de los votos.
Durante unos días Washington ha hervido con una turbamulta de personalidades nacionales y mundiales que han ido a rendir vasallaje al Amo del Mundo. Por una vez, la Unión Europea ha tenido un gesto digno: sólo han asistido a la ceremonia sus embajadores en EEUU, ningún jefe de Estado ni primer ministro de la UE ha estado presente. Otra recia bofetada al emperador tan sólo dos días después de la presentación pública del Airbus europeo, el avión cuya competitividad está hundiendo a la antaño todopoderosa Boeing norteamericana.
Entre las figuras de relumbre mundial presentes en la toma de posesión ha estado Ana Botella, concejala de Servicios Sociales del ayuntamiento de Madrid y consorte de uno de los más fieles vasallos de Bush: el "profesor" de Georgetown y discurseador en dialecto texano don José María Aznar, más conocido como "Pinocho" en las caricaturas gráficas de la prensa internacional tras las jornadas del 11-M al 14-M. Quien hasta hace unos meses se hacía llamar "la Hillary Clinton de la derecha española", seguro que ha tenido tiempo de meditar sobre cuán variable es por lo general la fortuna de los poderosos, especialmente para quienes intentan engañar y manipular permanentemente a sus pueblos. Aunque a algunos, como Bush, les salga bien.
Como no podía ser menos, el despliegue de seguridad que ha rodeado estos fastos de alcance planetario ha sido sencillamente mastodóntico. También aquí, como en Bagdad, se han sacado los tanques a la calle. Todo el operativo desplegado parecía responder más a la voluntad de hacer una exhibición de todopoderosa fuerza bruta, que a la toma de medidas lógicas de seguridad.
Hablando de seguridad, la resistencia iraquí se sumó a la fiesta a su manera, haciendo estallar en la jornada previa cuatro coches-bomba en el país ocupado, con un resultado de 26 muertos y decenas más de heridos. La guerra de Irak continúa, y más de un millar de soldados norteamericanos han regresado a su país dentro de un ataúd; en la prensa europea comienza a hablarse de las primeras deserciones, soldados que como ocurriera cuando Vietnam, buscan asilo en Canadá para evitar ser llevados o devueltos a Oriente Próximo.
Ajenos a todo eso, la corte dorada de Bush agasaja a su líder e invitados como merecen. Para celebrar la toma de posesión se organizaron tres cenas y once bailes, y en principio en todos esos actos se esperaba la asistencia del presidente y su esposa. El precio del cubierto oscilaba entre los 1.000 dólares en la cena organizada para que asistiera "gente corriente", y los 250.000 dólares que costaba la invitación en la más cara, la cena de los magnates del mundo. Según parece a Bush no le gusta bailar, pero seguro que habrá hecho un esfuerzo; con lo que han pagado por verle, su público bien merece el pequeño sacrificio de marcarse unos pasos de baile con su esposa Laura.
Por cierto que la preocupación que angustiaba a Laura Bush hasta la víspera misma del gran dia, no eran precisamente las matanzas conque los iraquíes saludaban el evento. La primera dama de EEUU casi enfermó porque el exclusivo modelo que debía lucir, encargado para la ocasión al selectísimo modisto Óscar de la Renta, aún no había sido entregado cuando faltaban pocas horas para la gran ceremonia. Obviamente, cada cual tiene las preocupaciones que le permiten su inteligencia y su papel en este mundo.
Y a pesar de todo, y por primera vez en la Historia, un presidente reelecto llega a su toma de posesión con menos del 50% de apoyo del pueblo norteamericano: Bush tiene ahora el 49%, exactamente. Al parecer, los norteamericanos comienzan a despertar de la pesadilla hipnótica en que les sumió su propio gobierno tras el 11-S.
Como la mayoría de emperadores que en el mundo han sido, Bush ha alcanzado el cénit de su poder el día de su coronación. A partir de aquí, comienza la cuesta abajo para él; al menos esa es casi la última esperanza para el resto de la Humanidad.
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