El final del engaño masivo. Zapatero acaba con todas las mentiras sobre el 11-M
Tuvimos un gobierno en España que mintió como los bellacos que son. Por suerte, y sobre todo por decisión del pueblo español, ya no lo tenemos. Pero ellos han seguido insistiendo en sus mentiras. Primero para engañarnos con finalidades políticas, y ahora para encubrir su responsabilidad en el mayor atentado de la historia moderna de Europa.
El 11 de marzo y los días siguentes, sobre los cadáveres de 192 asesinados y sobre el dolor de 1.500 heridos, el gobierno y el partido de José María Aznar intentaron construir una fábula que les permitiera ganar las elecciones del 14 de marzo. Durante tres días usaron todos los medios a su alcance para intentar convencer al país de que los autores del bestial atentado eran otros, distintos de quienes fueron realmente. Lo hacían así porque desde la misma mañana del 11-M ya sabían qué se jugaban: Pedro Arriola, el asesor electoral principal del PP se lo dijo claramente a su candidato, Mariano Rajoy: "si ha sido ETA ganaremos por mayoría absoluta, pero si ha sido otro, nos echarán del gobierno".
A partir de ahí, se produjo el mayor intento de tergiversar la realidad que ha soportado cualquier país del ámbito de las democracias occidentales. Entre el 11 y el 14 de marzo, el PP movilizó cuanto pudo con ese objetivo. No sólo el aparato mediático a su servicio (se calcula que en ese momento disponía del ochenta por ciento de los medios de comunicación), sino también todos los resortes de un Estado que debe estar al servicio de la comunidad y no de zafios intereses partidistas. Fracasado el intento de manipulación de la ciudadanía, desde el mismo 14 de marzo comenzaron a desplegar una estrategia de intoxicación de la opinión pública cuya finalidad era crear la mayor confusión, de modo que fuera imposible llegar a discernir cúales eran las resposabilidades en que habían incurrido en relación con el atentado del 11-M.
Durante todos estos meses, los medios de comunicación afines al PP han desarrollado un cúmulo de absurdas teorías a cual más disparatada, que implican en la preparación y comisión de los atentados de Madrid al PSOE, a la policía española, a la Guardia Civil, a los partidos nacionalistas, a ETA, a los gobiernos de Marruecos, Francia y Alemania, y a cualquiera en suma que no goce de las simpatías del aznarismo. Las disparatadas teorías conspiratorias, a menudo contradictorias y por supuesto jamás fundadas en el más leve indicio, han alimentado durante meses las intervenciones del PP en la Comisión de investigación del 11-M, intentando enredar un tema clarísimo desde el primer día para todo el mundo, incluidos gobiernos y medios de comunicación internacionales.
La culminación de toda esa campaña paranoide fue, a primeros de diciembre, la comparecencia de José María Aznar ante la Comisión investigadora, donde con su típica chulería de señorito falangista de provincias recitó una por una todas las patrañas urdidas por los medios ultraderechistas que más que apoyar su posición y la de su partido, se la están dictando desde las jornadas de marzo hasta hoy. Insidias, calumnias y mentiras fueron proferidas por el ex presidente de gobierno con su descaro habitual, envuelto en su sempiterno aire de perdonavidas que, en definitiva, no hace más que descubrir sus complejos y sentimiento de inferioridad.
La comparecencia ante la Comisión del presidente Rodríguez Zapatero el 14 de diciembre ha puesto, finalmente, las cosas en su sitio. Durante quince horas y avalado por una ingente documentación, Zapatero desgranó uno por uno los hechos acaecidos el 11-M, así como sus antecedentes y consecuencias. Entre lo más grave, la denuncia de que Aznar hizo borrar los discos duros de los ordenadores de Presidencia del Gobierno, destruyendo así no sólo pruebas relacionadas con el 11-M sino también con casos anteriores, como el Prestige o el Yak-42. De las aportaciones documentales de Zapatero quedó meridianamente claro que mientras la policía investigaba para identificar y detener a los autores del 11-M, el gobierno de Aznar intentaba el "engaño masivo" (en palabras de Zapatero) que desviara la atención de la ciudadanía de los verdaderos responsables de la masacre. No solo eso, sino que entonces y después, el PP y sus medios de comunicación afines han intentado entorpecer en lo posible la investigación policial, cuestionándola e intentando implicar a los propios Cuerpos de Seguridad del Estado en la supuesta conspiración para la comisión del atentado.
Hoy ya sabemos toda la verdad operativa del caso. Y sabemos también que Aznar y sus secuaces intentaron ocultarla para sacar provecho electoral primero, y para huir de sus propias responsabilidades después. La intervención de Zapatero ante la Comisión ha expuesto definitivamente las cosas como fueron y como son. Las imputaciones probadas contra Aznar son tan graves, que en un futuro no lejano deberían dar lugar a actuaciones penales en contra suya y de sus principales colaboradores.
Con todo, quedan algunos flecos abiertos. Uno, fundamental: quién maneja realmente el terrorismo islamista; y el segundo, no menos importante: a quién se pretendía beneficiar con el atentado. Lo comentaremos más adelante, en otro post.
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