Ucrania, entre la dictadura postcomunista y la revolución burguesa
Ucrania es un país del tamaño de Francia y con 50 millones de habitantes, encajado entre Rusia y Polonia. O sea que nunca lo han tenido fácil, los ucranianos.
Hace unos días hubo allí unas elecciones que se esperaban decisivas, y en las que se enfrentaban dos candidatos: el candidato de Bush y el candidato de Putin. O sea que siguen sin tenerlo fácil, los ucranianos.
Ni Dios sabe quien ganó las elecciones. Los que hasta ahora mandan allí favorecen al candidato de Putin; se les acusa de haber permitido que sus seguidores votaran tantas veces como les dio la gana, hasta 60 veces una sola persona parece que se ha llegado a detectar. Por su parte, el candidato de Bush se ha gastado en la campaña electoral un dinero que nadie se atreve a calcular, y que básicamente le ha llegado de Norteamérica; el principal contribuyente a su campaña ha sido el especulador financiero internacional George Soros, actualmente supuesto "filántropo" promotor de la democracia en el mundo.
El candidato de Bush cuenta con el apoyo de movimientos como el que derrocó a Shevernaze en Georgia y el que ayudó a tumbar a Milosevic en Yugoslavia; hace unos días apareció a su lado ni más ni menos que Lech Walesa y su casi extinta Solidarnosc, es decir, la extrema derecha meapilas polaca. No hay que ser un lince para deducir de semejantes apoyos que el candidato de Bush es, probablemente, un asalariado de la CIA y del Vaticano. En Ucrania tiene sus apoyos entre los estudiantes, las mujeres y los profesionales; la clase media en suma. También la iglesia ortodoxa y la policía empiezan a movilizarse a su favor. Es decir, el candidato de Bush tiene detrás una coalición nacida para ganar.
El candidato de Putin internacionalmente sólo cuenta con el apoyo del Kremlin; obviamente, a estas alturas las dictaduras postcomunistas no pueden aspirar a otros socios internacionales que el grupito de ex agentes del KGB que manda en Rusia. En Ucrania le respaldan el Gobierno, la burocracia estatal, el ejército, los sindicatos oficiales, los nacionalistas rusos del país, la extrema derecha y lo que queda del estalinismo. Es decir, el candidato de Putin tiene detrás una coalición nacida para perder.
La Unión Europea se mira el lío y se le eriza el vello. "Señores, hagan el favor de no hacer ruido, y ni se les ocurra tirarse los platos a la cabeza" les han dicho. Porque el fantasma de una guerra civil en Ucrania pone a Europa al borde del colapso; si estallara esa guerra civil, lo que pasó en Yugoslavia sería en comparación una bromita de chavalines. Hasta ahora la ONU no ha dicho ni pío, la OTAN tampoco (aunque lleva meses haciendo maniobras en Polonia), y los alemanes (interesados desde siempre en ponerle la zarpa encima a Ucrania), simplemente esperan; después de la que liaron en Yugoslavia (donde pusieron la zarpa y algo más), los alemanes saben que no pueden apresurarse y jugar sus cartas abiertamente.
La suerte es que José María Aznar ya no es presidente del gobierno español, porque sino la crisis la resolvía él solito enviando la Legión a Ucrania antes de que se lo pidiera su amigo Bush.
En fin, yo que los ucranianos me lo pensaría dos veces antes de liarme a bofetadas; no vale la pena, visto lo visto. Y además puede acabar habiendo hostias para todos, ucranianos y no ucranianos.
Pobres ucranianos. Y pobres europeos.
Ningun comentario