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EEUU vota más miedo y más guerra

Con la reelección de George Bush, el pueblo norteamericano ratifica de manera mayoritaria las grandes líneas de acción de la política imperial, que fueran iniciadas durante el primer mandato del político tejano.

  

Contra la mayoría de los pronósticos, el escenario político USA actual -la promoción controlada del miedo en el interior del país, combinada con el desarrollo de un intervencionismo agresivo en el exterior- ha resultado políticamente cómodo para una mayoría de norteamericanos, que al parecer, comulga estrechamente con los valores que propaga el sector más derechista del Partido Republicano.

En ese sentido, hay que destacar que el apoyo a Bush como presidenciable y a las candidaturas al Congreso y al Senado de su partido ha vuelto a producirse, incrementándose, en los Estados del Sur y el Medio Oeste, es decir, en la "América profunda" -rural, ultrarreligiosa y reaccionaria-, integrada por la suma de los Estados que en la Guerra Civil formaron la Confederación más los territorios del centro del país. Ahí, en ese "Cinturón de la Biblia", la ultraderecha tiene su santuario, y desde él ha vuelto a catapultarse a la conquista de las instituciones federales.

  

Kerry, por su parte, ha mantenido el apoyo popular a los demócratas en los Estados del Nordeste, en los del Norte que rodean los Grandes Lagos, y en la costa del Pacífico. Es decir, en aquellos Estados que integran la rica, culta, progresista y europeizante Nueva Inglaterra, más los Estados industriales en los que se congrega la clase trabajadora, y los Estados más densamente poblados y donde residen buena parte de las minorías de todo tipo.

  

Ciertamente, la intoxicación de patriotismo histérico no ha alcanzado a feudos demócratas tradicionales. En la ciudad de Nueva York, la candidatura de Kerry ha superado el 70% de los votos, y en los distritos populares de esa ciudad los aspirantes demócratas a la Cámara de Representantes han llegado a derrotar a sus adversarios republicanos por el 70%, el 80% y hasta por el 98% de los votos emitidos (José Serrano, en el Bronx).

  

Pero fuera de esos núcleos de conciencia civil, el mensaje del miedo y la incitación guerrerista ha calado muy hondo en la sociedad norteamericana, a pesar del desastre económico y político en que el primer mandato de Bush hijo ha sumergido al país. Ohio, donde sólo el último año se han destruido un cuarto de millón de puestos de trabajo, ha resultado a la postre decisivo para la victoria de Bush. Han sido de nuevo –y en mayor número todavía- los blancos del Sur y los pequeños granjeros del Medio Oeste los que han dado la victoria a la ultraderecha republicana, con cuyos valores morales y políticos se identifican plenamente.

  

Y todo ello en un país donde 40 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza, donde decenas de millones más carecen de cualquier tipo de seguro médico, y donde por ejemplo escayolar un brazo roto cuesta 700 dólares.

  

Los EEUU de hoy son una sociedad en profunda crisis, con la economía real desplomándose, y en la que sólo florecen los negocios especulativos. Son las fuerzas del dinero fácil las que controlan el país: por algo el triunfo de Bush ha sido acogido con entusiasmo y alzas en las Bolsas, los mercados petroleros y las compañías farmacéuticas, "preocupadas" éstas porque Kerry había prometido rebajar el precio de los medicamentos.

  

Al parecer, las mentiras de Bush no han influido en el resultado de las elecciones. Sabemos desde hace tiempo que el Irak de Saddam Hussein no tenía nada que ver con el terrorismo islámico, ni habían allí armas de destrucción masiva, ni eran ciertos los engaños desplegados para justificar la invasión a la caza del control del petróleo iraquí; pero nada de esto ha sido tenido en cuenta, al parecer. Y eso en el mismo país donde Clinton estuvo a punto de ser procesado y destituido, acusado de haber mentido en algo tan absolutamente anodino en comparación como sus relaciones con una becaria de la Casa Blanca. Ni siquiera la muerte de 1.100 soldados norteamericanos parece haber sido tenida en cuenta, en una nación que hasta hace poco vivía atenazada por el "síndrome Vietnam".

  

En esa potentísima campaña de difusión del miedo y del llamamiento a formar tras el Jefe, Bush ha tenido inestimables aliados en Fidel Castro y Osama Bin Laden. La contribución de Castro ha sido la prohibición de circulación de dólares en Cuba (anunciada una semana antes de las elecciones presidenciales), que destruirá irremediablemente los ahorros de los cubanos y ha empujado a los exiliados en Florida a votar masivamente por Bush (lo que obliga a éste a un mayor endurecimiento de medidas contra Cuba, que es el efecto buscado por el régimen castrista para conseguir que los cubanos de la isla cierren filas tras él). La del terrorista saudí, antiguo agente de la CIA y viejo amigo y socio financiero de la familia Bush, ha sido lanzar al mundo un vídeo amenazante tres días antes de las elecciones, en un momento en que las encuestas comenzaban a decir que Kerry superaba a Bush; la imagen del viejo loco fanático señalando con el dedo a sus potenciales víctimas, seguro que ha decidido asimismo un buen puñado de votos de última hora para Bush.

  

Con todo, la victoria de Bush tiene el reverso de que casi la mitad del país le ha dicho NO a él y a cuanto representa. Ya ha pasado lo peor, aquellos meses tras el 11-S en que la más mínima discrepancia con las políticas de la Administración Bush comportaba ser tachado de antipatriota (los norteamericanos) o amigo de los terroristas (los extranjeros). Y como aspecto también positivo a destacar desde fuera de los EEUU, el hecho de que la fractura entre la potencia norteamericana y Europa va a obligar a los europeos a afianzar sus propias posiciones, y a pensar sus relaciones con USA en términos de equilibrio de poder y no de colaboración sumisa.

  

Sin embargo, y a escala planetaria, el posible incremento del belicismo y el deterioro de la situación en Oriente Próximo y singularmente en Irak, no auguran nada bueno para los próximos cuatro años. Probablemente, y a medida que la crisis económica en EEUU se agudice, la Administración Bush se tornará más agresiva y arrogante. Vienen pues malos tiempos, peores aún que los que vivimos.

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