Antonio Orejudo novela el precio a pagar por la libertad de conciencia
"Reconstrucción" (novela), de Antonio Orejudo
272 páginas, Editorial Tusquets, Barcelona 2004
En los primeros años del siglo XVI, la Reforma protestante (o "restitución del cristianismo", según sus promotores), sacudió Europa central como un terremoto. Crujieron los cimientos de la sociedad postmedieval, y construcciones sociales aparentemente muy sólidas amenazaron ruina o directamente se vinieron abajo con estrépito.
La onda expansiva del movimiento reformador sobrepasó enseguida el ámbito de lo religioso: rápidamente fue el sistema social entero lo que se puso en tela de juicio, y por tanto, pronto sus beneficiarios fueron objeto de la ira popular desatada. En realidad, las raíces de la eclosión de rebeldía hay que buscarlas en el descrédito de las viejas estructuras ideológicas legitimadoras (el catolicismo romano, corrompido y hueco), enfrentadas con el mundo burgués e incipientemente capitalista que comenzaba a alumbrarse en la Europa más dinámica.
Reventaron las costuras pues, y por ellas se precipitaron ideas largamente reprimidas e incluso algunas jamás pensadas anteriormente. La reivindicación del derecho de cada persona a leer e interpretar la Biblia por su cuenta y riesgo, la libertad de conciencia en suma, eliminaba de un plumazo mucho más que la intermediación que la Iglesia ejercía entre el hombre y la divinidad: con ella quedaba inaugurado el camino al libre examen de todas las cosas mediante el instrumento de la razón humana; en cierto sentido, se presagiaba ya la Ilustración que triunfaría dos siglos después. Las consecuencias políticas de tal ejercicio libertario fueron arrasadoras para el orden establecido.
Este es el marco histórico en el que se desarrolla "Reconstrucción", la novela con la que Antonio Orejudo se ha sumergido en una época apasionante, a la que utiliza como excusa para explicarnos cómo la libertad está hecha de la materia de los sueños, y también que soñar despierto tiene el grandísimo peligro de que los sueños se realicen y escapen a nuestro control.
Entre los jóvenes narradores españoles, el madrileño Antonio Orejudo se está revelando como uno de los talentos mejor dotados para la ficción trabajada a partir de la recreación histórica. Lejos sin embargo de la "novela histórica" al uso, Orejudo desdeña el modo acartonado en el que los convencionalismos narrativos nos suelen servir el pasado histórico. El escritor no busca el detalle en la recreación histórica ni la imitación cultista de lenguajes olvidados; el suyo es un planteamiento fresco y actual, del que brota una prosa ágil y contemporánea, que vuela rápido hacia lo que al autor le importa exponernos.
Y lo que le importa a Orejudo en esta gran novela es hurgar dentro de las conciencias y los motivos que mueven a quienes atrapados por la Gran Ola de la Historia, se ven sometidos al vértigo de tener que surfear sobre ella con la convicción de que van a partirse la crisma en cualquier momento; y mostrar como una vez pasado el instante genésico y altamente dramático, el poso que queda en quienes lo vivieron desde la esperanza y el compromiso personal no puede ser otro que el precipitado por el desencanto y el escepticismo.
En definitiva, Orejudo está hablando de los sentimientos de quienes vivimos la transición española desde la ilusión y la creencia de que la Hora Grande había llegado.
La novela se articula en torno a un personaje principal desdoblado en otros dos. Bernd Rothmann es un joven teólogo que inicia en la ciudad alemana de Münster un movimiento reformador que pronto rebasará a su impulsor, evolucionando por su cuenta hacia el disparate sociopolítico y la tragicomedia, para ser finalmente ahogado en sangre por la reacción de los poderes católicos. La fiesta de Münster, que tiene mucho de carnavalesca en el sentido más ortodoxamente antropológico del término, y sobre todo su final, liquidarán en Rothmann toda creencia y esperanza no ya en la posibilidad de regenerar la religión, sino también en poder hacer lo propio con los hombres.
Treinta años más tarde de la caída de Münster, Rothmann, transformado en Joachim Pfister, un experto diseñador de tipos de imprenta que vive una tranquila vida en Lyon, recibe el encargo de la Inquisición francesa de descubrir y localizar al autor de un peligroso manuscrito que comienza a circular por Europa y que inquieta tanto a católicos como a calvinistas. El autor del manuscrito es alguien que no sólo se atreve a describir la sangre desde un punto de vista puramente médico, explicando sin supercherías su circulación como real sustento de la vida, sino que arremete con igual ferocidad contra la miseria intelectual de los dogmas papistas y de los afirmados por Calvino y sus secuaces ginebrinos; para el autor del manuscrito, unos y otros son enemigos de la libertad y, por tanto, igualmente despreciables.
Pfister descubrirá al autor del manuscrito –el lector, obviamente, también, antes que él-, tras una serie de idas y venidas por la Europa de mediados del siglo XVI, que terminarán contemplando la pira donde los calvinistas ginebrinos acaban de abrasar a un hereje, que no es otro que ese personaje oculto que sin aparecer directamente en la novela le da sentido a toda ella.
La libertad de conciencia reducida a cenizas, una vez más. Y hasta la próxima.
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