La Habana tiene Rey
"El Rey de la Habana", de Pedro Juan Gutiérrez (novela)
218 pág. Editorial Anagrama, Barcelona, 2004
Pedro Juan Gutiérrez es uno de los jóvenes novelistas cubanos empeñados en mostrar la realidad social de su país. Su prosa es dura y seca, cruda como el entorno en el que se desenvuelven sus personajes: esa Habana Vieja que se cae a pedazos arrastrando con ella vidas irremediablemente arruinadas por la pobreza, el alcohol y la frustración sistemática de toda esperanza.
El "Rey de la Habana" es la crónica del deambular de un buscavidas apenas adolescente. Reynaldo –el Rey de la Habana, como se hace llamar- es un mulato sin oficio ni beneficio, empeñado en la lucha por la supervivencia diaria. Sus idas y venidas resumen las de tanta gente que malvive jineteando (prostituyéndose), proyectando irrisorios "business" (trapicheos), o ya sin otro recurso, rebuscando directamente en las basuras de los hoteles turísticos.
Lo sobrecogedor de "El Rey de la Habana" es que la novela, lejos de ser el retrato de un puñado de marginales, de asociales desestructurados en los márgenes de una sociedad "normal", es por contra el reflejo fiel del modo de vida real de la gran mayoría de la población cubana, al menos de la habanera. Quien haya pasado unos días recorriendo los barrios viejos de La Habana sabe que Pedro Juan Gutiérrez no inventa; sus personajes y el estilo de vida que arrastran son perfectamente reconocibles, como lo son las calles, los solares, y los inmuebles derruidos y superpoblados por los que se mueven, y que Gutiérrez describe con prosa cortante e incisiva.
En el "reino" de Reynaldo, los días se estiran y se encogen, a veces son interminables y otros vuelan en un soplo. El aburrimiento, la vagancia y el fatalismo dominan, y los pequeños golpes de suerte suelen ser preludio de momentos peores. El sexo es el único juguete gratis, y de él se hace un uso compulsivo y promiscuo.
De fondo, el fracaso y la decrepitud de un régimen, el castrista, tan reducido a nada que casi parece no existir. La gente que aparece en "El Rey de la Habana" ni siquiera culpa a sus gobernantes de sus desdichas particulares ni de la tremenda quiebra colectiva: están demasiado ocupados en lograr sobrevivir un día más.
En suma, una novela de un realismo sucio, bronco y ácido como la realidad misma que describe. Quienes conocemos Cuba directamente sabemos que en este caso la ficción es casi un documento antropológico. Eso sí, "El Rey de la Habana" no es una novela apta para ingenuos.
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