Martínez Pujalte, el robot vesánico
En realidad, Martínez Pujalte es una obra de ingeniería electrónica irrepetible. El resto del rebaño que muge desde los escaños "populares" no dejan de ser humanos a su manera y, a fin de cuentas, meros comparsas de las representaciones teatrales salvajes que monta la derecha española en el Parlamento. Aparte de Martínez Pujalte, apenas tienen los "populares" allí algún canallita de cierto empaque: ni siquiera Zaplana es gran cosa, ni como parlamentario ni como mamporrero. Por no hablar de desneuronados como el pobre Acebes, claro.
Pero Martínez Pujalte es caso aparte. Martínez Pujalte ha sido diseñado cuidadosamente para la función que desempeña: la de terrorista de la palabra. La ejerce con la frialdad de quien está plenamente convencido de que Dios no existe, y de que ni en esta vida ni en otra tendrá castigo alguno por su inagotable repertorio de maldades en estado puro.
En realidad, Martínez Pujalte no existe fuera de la Cámara y de los focos televisivos. Cuando se hace de noche y terminan los plenos parlamentarios y las ruedas de prensa, Martínez Pujalte es desactivado y guardado en un armarito escondido en los despachos del Grupo Parlamentario Popular, hasta que al día siguiente un ujier le pone bajo la nariz un pañuelo impregnado en sangre socialista o, en su defecto, de una víctima del 11-M: entonces los circuitos de Martínez Pujalte se activan, y en pocos segundos el monstruo ya está en condiciones de atacar.
Qué pedazo de cabrón el tío que lo fabricó…
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