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La serpiente también anida en el FC Barcelona. El caso Alejandro Echevarría

Alejandro Echevarría Arévalo, miembro de la Junta Directiva del FC Barcelona, ha tenido finalmente que dimitir. Alejandro Echevarría había sido acusado por Luis de Val, otro ex directivo. de ser nada menos que patrono de la Fundación Francisco Franco, la organización fascista española por antonomasia.

A partir de esa denuncia tanto el acusado como el presidente de la entidad azulgrana, Joan Laporta, se enredaron en una serie de declaraciones, comparecencias y ruedas de prensa, en las que con medias verdades y mentiras completas –incluida la exhibición de un “certificado” de la Fundación Francisco Franco, que pretendía hacer creer que en 2003 Echevarría no era miembro de su patronazgo- intentaron ocultar lo inocultable. Finalmente de Val exhibió un certificado del Ministerio de Cultura en el que la Dirección general de Fundaciones acreditaba la lista alfabética de patronos fundadores y actuales de la Francisco Franco, lista en la que naturalmente figuraba Alejandro Echevarría.

 

Detrás de esta historia hay mucho más que una simple anécdota de interés reservado a la gente apasionada por el mundo del fútbol. Resulta que el presidente Laporta y el ya ex directivo Echevarría son cuñados. Y resulta que Echevarría era el hombre que, en palabras del propio Laporta, se encargaba nada menos que de “la seguridad del club” y, al parecer, del control de la entidad sobre los grupos ultras de seguidores, como los Boixos Nois.

¿Qué extraña relación une a un independentista catalán confeso como Laporta con un fascista español profeso como Echevarría?. Joan Laporta –Jan para los amigos- a los cuarenta y tres años no es ni mucho menos un recién llegado; por el contrario, tiene ya una amplia experiencia de lo que es el mundo de la política y la “sociedad civil” catalana. Típico producto de la burguesía barcelonesa, Laporta fue un joven abogado con cierto éxito pronto seducido por la política. Militante del fallido Partit per la Independència, el fugaz partido que crearon Joan Colom y Pilar Rahola al salir de ERC, canalizó luego sus fervores y ambiciones hacia el club del cual era, como tantos de su clase social, socio des la infancia: el FC Barcelona.

 

Al frente del grupo de oposición Elefant Blau y bajo la inspiración entre otros de Johan Cruyff, Laporta dio guerra al casi eterno presidente Josep Lluís Núñez, y terminó ganando las elecciones presidenciales frente al breve sucesor y heredero de éste, Joan Gaspart. Hay que recordar que Núñez, el antiguo albañil que llegó a magnate inmobiliario (Núñez y Navarro es su marca) gracias a un sonoro braguetazo, fue hombre próximo a la extrema derecha española; en los inicios de su carrera acogotó a rivales y discrepantes gracias a un grupo de matones perfectamente organizado apodados “los morenos”, antecedente no tan remoto de los Boixos Nois. Gaspart por su parte, ha sido siempre hombre del Partido Popular. Es decir, uno y otro pertenecen a la fracción de la nueva burguesía catalana enriquecida con el franquismo e identificada con el españolismo, por contra de la tradición directiva anterior a Núñez, cuando los que mandaban en el Barça eran todos gentes de la gran burguesía catalana, más en línea con los ideales catalanistas clásicos, aunque “transigentes” con el franquismo (al cabo Franco “había metido en cintura a los obreros”, según decían).

 

Fue este patriciado quien apadrinó a los nuevos cachorros que, encabezados por Laporta, desafiaron al nuñismo y a su prolongación gaspariana, logrando finalmente “recuperar” la presidencia del FC Barcelona para sus detentadores tradicionales.

 

La batalla no fue porque sí. Controlar el FC Barcelona conlleva disponer de un patrimonio gigantesco: más de 100.000 socios pagando cuotas anuales astronómicas, equipamientos y propiedades valorados en miles de millones de pesetas, planes urbanísticos faraónicos, un presupuesto anual escalofriante, enormes ingresos por publicidad y merchandising, centenares de directivos y empleados no mal pagados, y un entorno que comprende un contrato-programa multimillonario con la televisión pública de Catalunya, derechos por transmisiones en otras cadenas, dos periódicos deportivos diarios consagrados a la actualidad que genera el club o que directamente inventan ellos mismos, infinidad de personas que perciben un salario por dar a conocer las vicisitudes deportivas y extradeportivas de la entidad o que actúan como agentes de la entidad incluso en países remotos, etc. No todo es dinero, obviamente: el FC Barcelona también emana prestigio social, capacidad de influencia, creación de opinión pública…

 

¿Por qué pues Joan Laporta arriesga todo eso asociando a su carro de triunfador a un personaje como Echevarría?

 

Para entenderlo, hay que conocer un poco más a Alejandro Echevarría Arévalo y saber de dónde procede. Su padre es Juan Echevarría Puig, un franquista de toda la vida –fue jefe del Sindicato Español Universitario fascista en Catalunya-, amigo personal de Fraga Iribarne, directivo durante el franquismo de empresas como Perkins (de donde se vanagloriaba de haber echado a Marcelino Camacho, fundador de CCOO), y ahora al frente de Nissan Motor Ibérica.

 

Presidente de Fecsa en 1996, Juan Echevarría y sus hijos Alejandro y Alvaro fueron multados por la Comisión Nacional del Mercado de Valores por “utilizar información privilegiada en beneficio propio” y por permitir que los hijos comprasen acciones antes de que se desvelase la OPA de Endesa sobre Fecsa y Sevillana, un negocio redondo porque “el valor de las acciones de ambas sociedades se dispararon entonces”. Joaquín Almunia acusó entonces al PP de haber facilitado información sobre esa OPA a personas de confianza “permitiéndoles obtener importantes beneficios”. En síntesis, lo que hicieron los Echevarría fue lo que en esos años se llamaba “dar el gran pelotazo”.

 

Como tantos otros de su condición, Echevarría padre, pragmático, había pasado del franquismo al PP con toda suavidad. De hecho ya en 1980 había creado por encargo de Fraga un partido, Solidaridad Catalana, como marca presentable de Alianza Popular en Catalunya: cosechó el más absoluto fracaso y deudas considerables que tuvo que asumir personalmente, lo que le hizo abandonar rápidamente la política activa si bien ha continuado vinculado a los sectores dirigentes del PP; también ha cultivado a los nacionalistas “moderados” de CiU, incluido el ex presidente catalán Jordi Pujol, con quien siempre ha mantenido una muy buena relación.

 

Los antecedentes familiares marcaron pues a Alejandro en fidelidades ideológicas, oportunismo político y sobre todo, en el modo de hacer negocios. Convertirse en el cuñado de Laporta sencillamente aumentó sus “oportunidades”, y al parecer el joven Echevarría las aprovechó a fondo.

 

¿Sabía Laporta quién era Alejandro Echevarría? Evidentemente, dado lo público de su trayectoria y su vinculación familiar con él. Es más, la hipótesis más plausible nos dice que si Laporta metió a Echevarría en la Junta Directiva del FC Barcelona, fue precisamente por ser quien era y por lo útil que el cuñado ultraderechista le podía resultar ahí a Laporta y a su Junta directiva integrada por “jóvenes patriotas catalanes”

 

¿Por qué? Las hemerotecas cuentan que a poco de hacerse con la presidencia del Barça, Joan Laporta comenzó a sufrir amenazas y presiones por parte de sectores de la ultraderecha a los que cabría calificar como “nuñistas violentos y descontrolados”. Era la reacción lógica de los grupos que durante el nuñismo y el gasparismo habían vivido en simbiosis con el club (protección, entradas gratis, locales dentro del club,…y seguramente otras cosas peores), y que ahora se veían ninguneados por la llegada a la directiva de los “jóvenes catalanistas” de Laporta. Éste, además de poner el caso en manos de la policía, que enseguida practicó algunas detenciones de elementos muy significados -alguno de ellos vinculado a la seguridad del club en la etapa anterior-, desplegó una fuerte campaña mediática pregonándose como el hombre que iba a acabar con la presencia de la ultraderecha en el Barça. Efectivamente, en poco tiempo los incidentes desaparecieron del estadio barcelonista, y hoy por hoy, los Boixos Nois y otros grupos similares apenas tienen actividad pública, al menos en el interior de los recintos del club.

 

Si recordamos que Alejandro Echevarría ha sido, según Laporta, el directivo que ha llevado “él solo todo el peso de la seguridad del club”; que Echevarría es de ideología ultraderechista, según ha reconocido el propio Laporta y ha quedado demostrado públicamente; que los grupos que alteraron la vida del club y acosaron a su presidente en las primeras semanas de la presidencia de Laporta son asimismo de extrema derecha, como Echevarría; y que según repite insistentemente Laporta ha sido Echevarría quien acabó con la presión de los violentos (pero no nos dice cómo), la conclusión es fácil: el papel de Alejandro Echevarría en la Junta directiva barcelonista ha sido el de ser interlocutor entre ésta y los violentos; parece incluso muy probable que Echevarría haya actuado como delegado de éstos, que haya sido su representante directo en la Junta de “jóvenes nacionalistas”. En todo caso, parece claro que ahí hubo un pacto entre unos y otros, y que toda la campaña de Laporta publicitando que el “limpió el club de fachas”, fue una pantomima al servicio de un engaño masivo.

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