José María Aznar, el Lobo Feroz
Este artículo fue publicado originalmente bajo el título "¿Quién teme al lobo feroz?". Apareció en Izaronews a finales de 2004, coincidiendo con las comparecencias ante la Comisión Parlamentaria Investigadora del 11-M de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero.
Hace escasamente dos semanas, el Lobo se les apareció a los pastorcillos de la Comisión del 11-M. Y los pastorcillos, naturalmente, pusieron cara de susto y se metieron corriendo debajo de los pupitres. ¿Cómo iban a preguntar nada con sentido si todos estaban ocupadísimos tomando Fortasec, los pobretes?. La verdad es que sólo una pastorcilla navarrica le arreó unos bastonazos que dejaron marcas en el lomo del Lobo, a juzgar por las miradas que el cánido dedicaba a la osada; los demás tenían el vientre flojo ese día, al parecer.
O tal vez el cuento era el de los Tres Cerditos. Llega el Lobo Feroz a la casa de los Tres Cerditos y aúlla:
– AAAUUUUUGGGGG!!!! Voy a soplar muy fuerte y me voy a cargar este edificio!!!!!!!!
Y claro, los cerditos se pusieron a gritar, espantadísimos:
– ¡¡¡QUE NOS COMEEEEE!!! ¡¡¡Que este tío esta tan loco que se pone a soplar y derriba el Congreso con todos dentrooooo!!!.
O quizá el cuento era otro, y JoseMari Sansón se apoyó en sendas columnas y empujó fuerte, mientras gritaba como el energúmeno que es:
– ¡Jodeos, filisteos! ¡Caigo yo, cae el PP, y cae lo que sea! ¡¡Después de mí el diluviooooo!!.
Lo describió perfectamente José Antonio Labordeta en una entrevista que le hizo Angel Casas en el Circuito Catalán de la 2 de TVE, cuando el presentador inquirió porqué el diputado aragonés no había formulado ninguna pregunta a Aznar durante su comparecencia.
– Tenía miedo –contestó el bueno de Laburdi. Y lo repitió varias veces.
No es para menos. Quince días después, Pérez Rubalcaba, durante la comparecencia de Zapatero, desenfundó uno de esos libracos de "periodismo de investigación" que desde el 11-M se fabrican como churros por cuenta de la extrema derecha mediático-"pensante" española, y leyó un párrafo que, sorprendentemente, deja las cosas en su sitio en relación con la personalidad de Aznar. Dice ese texto que en la tarde del 13 de marzo pasado, Mariano Rajoy mantuvo este diálogo con Josep Piqué:
– Me ha dicho Aznar que tengo que salir en televisión, pero yo no lo veo claro.
– ¿Y que vas a hacer? –preguntó Piqué.
– Supongo que no puedo contradecirle, ya sabemos todos que está como una cabra.
Si los más próximos opinan así de él, la verdad es que no queda mucho por decir.
La cosa es que la Comisión del 11-M había comenzado con mal pie, y poco a poco se convirtió en un muermo sin interés. Aburridos por tanta sinsustancia, en las fechas previas a las vacaciones de verano parecía que los grupos parlamentarios estaban dispuestos a liquidarla en cuanto se reemprendiera el curso político. Incluso se decía que terminaría con unas conclusiones pactadas entre PP y PSOE, y aquí paz y después gloria. Pero al volver de vacaciones se les despertó el apetito a los sectores más irreductibles de la derecha española, y entre EL (IN)MUNDO y la COPE le metieron marcha al asunto; la Comisión se transformó entonces en el merendero de El Lobo Feroz, y afiladas navajas albaceteñas brotaban de la boca de los comisionados peperos.
Así fue tomando cuerpo la teoría de la conspiración universal contra el PP dirigida por el Grupo Prisa con la participación del PSOE, los nacionalistas, la Guardia Civil, la policía española, AlQueda, ETA y Marruecos, más el apoyo de los servicios secretos alemanes, los Gobiernos del eje franco-alemán y la prensa internacional, incluida la de derechas como el Financial Times y Le Figaro, entre otros medios extranjeros que no ahorraron epítetos desagradables para Aznar tras el 11-M. Finalmente se desempolvó al GAL, y en el autobús de los presuntos conspiradores ya no cabía un alfiler. Cuando por fin llegó la comparecencia de Aznar, el terreno ya estaba más que preparado para que el Jefe hiciera su deposición (en la doble acepción del término) sobre todos nosotros.
El caso es que apenas dos semanas después de la comparecencia de Aznar, Bambi se hizo mayor de golpe. Si cuando las movilizaciones contra la guerra de Irak a Bambi-Zapatero ya le salieron los cuernecillos, según dijo entonces Alfonso Guerra, en su comparecencia ante la Comisión del 11-M el actual presidente del Gobierno se presentó con una espléndida cornamenta con la que empitonó a Zaplana. Entre paréntesis, lo de Eduardo Zaplana tiene mucho mérito: no todo el mundo se presta a inmolarse en público como kamikaze de un Imperio en ruinas y al servicio de un Emperador acabado.
Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba llegaron a la comparecencia del presidente con la lección bien aprendida. El guión estaba tan medido, los tiempos tan calculados y el suspense tan bien dosificado, que hasta se permitieron jugar al policía bueno y el policía malo con bastante garbo y mucha malicia cuando la comparecencia iba ya por las doce horas. Fue en líneas generales un trabajo fino, concluido en una especie de decapitación pública por persona interpuesta (Zaplana) del Ausente (Aznar). Iban tan a por las vísceras de Aznar, que hasta desdeñaron un bocado tan apetitoso como Acebes.
La revelación hecha a primera hora de la mañana de que Aznar se había despedido del cargo haciendo borrar los discos duros de Presidencia, eliminando así toda la información correspondiente a Moncloa durante los ocho años de gobierno pepero –hecho agravado por la chulería de dejar la factura del trabajo pendiente, para que la abonara el sucesor-, situó el terreno de juego donde interesaba a los socialistas y a los demás grupos parlamentarios. Doce horas más tarde, el portavoz socialista cerró de hecho la comparecencia de manera demoledora; implacable, Rubalcaba abrió compuertas y lanzó un torrente de recriminaciones irrefutables que resumían el estado de cabreo general por ocho años de mentiras y trampas de toda clase. Zaplana aguantó el chaparrón con la boca cada vez más torcida, resignado a recibir él todos los palos, los merecidos por él mismo y los que le correspondían a Aquél a quien representaba en ese momento con entusiasmo perfectamente descriptible. Entre esos dos momentos, hubo revelaciones explosivas y silencios mucho más explosivos todavía. El "engaño masivo" promovido por Aznar y compinches entre el 11 y el 14 de marzo, fue desnudado en público en toda su crudeza por un discurso basado en una documentación amplia e irrebatible.
Sólo la lealtad a las instituciones del Estado impidió que Zapatero cediera a los anzuelos que Uxue Barkos y algún otro comisionado le lanzaron para que dijera todo lo que sabía. Zapatero no entró en ese juego, consciente de que, de hacerlo, el Fiscal General del Estado debería procesar inmediatamente a un ex presidente del Gobierno español. Y eso jamás lo asumirá un presidente socialista, por más que el propio Aznar intentara en su día hacer eso mismo con Felipe González.
Se notaba que todo el mundo tenía ganas de ajustar cuentas con tanta infamia acumulada en el pasado reciente. IU (duro y conciso Llamazares), los nacionalistas catalanes de ERC y CiU (a pesar de alguna "equidistancia" del portavoz pujolista), el PNV y el Grupo Mixto dispararon a mansalva contra el PP cartuchos largamente guardados. Un Olabarria muy enfadado exigió a Zaplana que rectificara las imputaciones hechas a varios grupos parlamentarios (no mencionados por su nombre, pero en la mente de todos) de colaboración con organizaciones terroristas, y ante la negativa del pepero le anunció que se verán en los tribunales. Hasta Labordeta salió a última hora de la noche para atizarle un viaje al dios-cabra derribado. Y en fin, como decía antes, la estaca en el corazón del vampiro agonizante corrió por cuenta de Pérez Rubalcaba.
Lo más importante de la comparecencia de Zapatero ha sido que por fin los políticos le han perdido el miedo al PP. En eso, la ciudadanía ha ido otra vez por delante de ellos: el 13 y el 14 de marzo ya demostró que no le daban miedo Aznar y toda su banda; como dijo Llamazares, esos días los ciudadanos ocuparon la calle y luego fueron a votar "en legítima defensa". A fecha de hoy, los representantes de la soberanía popular también parecen haber superado el miedo al Lobo Feroz. Bienvenidos sean.
Se celebra hoy la comparecencia de las asociaciones de víctimas del terrorismo. A nadie se le escapa que la única entidad que debería declarar ante la Comisión del 11-M, es aquella que desde marzo mismo agrupa a familiares y afectados por los atentados de Madrid. Pero una vez más el PP ha maniobrado arteramente para intentar acallar la voz de los que más han sufrido; les tienen miedo, y quieren crear ruido y confusión para que no se les oiga. Con la excusa de que la actual portavoz de la Asociación de Víctimas del 11-M es una persona próxima a IU (gran pecado, al parecer), los derechistas han conseguido que declare también la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), de la que todo el mundo sabe desde hace tiempo a quién está "próxima" y que hasta ahora poco o ningún papel ha jugado en la representación de los afectados. Da igual. También perderán esa última batalla, y la voz de las víctimas se va a oír alta, clara y acusadora.
Y con esto, se puede dar por acabada la Comisión de investigación del 11-M. El PP quiere que continúe, naturalmente, mientras quede delirio en el IN(MUNDO) y en la COPE para generar fantasías exculpatorias de la responsabilidad directa del gobierno "popular" en la catástrofe del 11-M, insistiendo en propagar las mentiras y manipulaciones posteriores conque intentaron sacarle partido.
Pero las conclusiones ya están claras, y aunque –lamentablemente- no vayan a tener consecuencias penales (al menos en un futuro próximo), sí suponen la extinción política del aznarismo y de la generación de dirigentes que lo han encarnado. Y eso ya es algo.
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