La medalla del amor
El mismo Jóse (pronúnciese al estilo Botella, con acento en la "o"), que decía huir de los halagos, el que no quería homenajes, ha sido pillado comprando con dinero público la medalla del Congreso norteamericano. De tan patético, da vergüenza ajena.
No es que se haya pagado por hacerse una foto o tener una entrevista de diez minutos con el Amo del Mundo o con alguno de sus secuaces principales, que también se ha hecho: lo que se pretendía ahora es fingir un reconocimiento inexistente, una gratitud que no es tal.
Un hombre pequeño y necesitado de satisfacer su vanidad paranoide, que se sabe ninguneado por los poderosos a los que sirve, echa mano a fondos públicos para reparar tamaña injusticia con su persona. Más o menos como el niño que falsifica las notas para que le quieran en casa. Porque en casa –en su país- no le quieren, y él, Jóse, lo sabe. Ese es su drama personal.
Pensábamos que al menos le quería Bush, que el Emperador era su amigo y que le agradecía su feroz alineamiento (y alienamiento) con la política imperial. Pensábamos que cuando le dieran la distinción, Bush le habría hecho grabar en el reverso aquello tan bonito de la Medalla del Amor: "Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana". Pero nada, ni siquiera Bush le reconoce. Quizá él menos que nadie, acostumbrado como está a usar lacayos y a abandonarlos a su conveniencia. Así son los emperadores desde que el mundo es mundo.
En fin, que Aznar tuvo que pagar a un lobby yanqui para que le reconocieran los servicios prestados. Y encima lo hizo con dinero público. Y aún no le han dado la suspirada medalla. Qué miseria todo junto, Dios mío. El caso es tan brutalmente patético que dan ganas de ser tierno con un ser tan desvalido. Pobre diablo.
Malversación de fondos públicos, soborno, uso cortijero del Estado…..cretinismo de un acomplejado. Claro que eso es casi nada en comparación con otras cosas de las que nos vamos enterando. Cosas tremendas.
Lo acaba de escribir hace unos días Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional, en artículo firmado en El Periódico de Catalunya el 10 de julio pasado.
Dice textualmente Pérez Royo: «Hay indicios más que razonables de que lo que materialmente el Gobierno de José María Aznar intentó hacer entre el 11 y el 14 de marzo fue un golpe de Estado, fue una ruptura del principio de legitimidad democrática del Estado. Dicha ruptura es la esencia de todo golpe de Estado»(sic).
Y remata, a propósito de los trabajos de la Comisión de investigación: «En pocas ocasiones se ha podido investigar una operación de quiebra del principio de legitimación democrática protagonizada por un Gobierno como se está haciendo en España en este momento»(sic).
Un pobre diablo, lo dicho. Pero con muy mala baba.
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