Adiós don Quijote, hola señor Mozart
El carrusel de conmemoraciones culturales sigue en marcha. Tras el año dedicado al 500 aniversario de la publicación de la primera parte del Quijote, le toca ahora el turno a la celebración del 250 aniversario del nacimiento de W.A. Mozart, en tanto ya se programan eventos de fuste similar para años sucesivos.
No es casualidad que todos estos magnos acontecimientos se originen en relación con iconos culturales europeos elevados a la categoría de referentes mundiales. Pero desengañémonos, lo que guía estas celebraciones no es el ansia por expandir a escala planetaria el conocimiento y la belleza, sino intereses mucho más prosaicos y materiales; tras tanta aparatosidad pública y privada volcada en estas celebraciones, aparece pura y simplemente la rentabilización comercial y de imagen de prestigiosos fenómenos de masas.
Así pues, que Mozart fuera probablemente el más grande músico de todos los tiempos poco o nada tiene que ver con la avalancha que se nos viene encima. Aquilatado desde el puro mercantilismo, el genio del compositor y la calidad de la obra mozartiana no son más que factores que bendicen el prestigio del producto. Lo que interesa desde el punto de vista del marketing -que es quien prima en el gobierno de todos estos tinglados conmemorativos-, es el gancho popular que en este caso tiene la "marca Mozart"; las bondades del contenido del producto carecen de utilidad comercial.
En 2005 probablemente se han vendido más ejemplares del Quijote y más objetos con su efigie que en cualquier otro año desde que fue publicado. Pero no todo es venta directa de merchandising. La popularización de la cultura como fenómeno de consumo de masas salpica con su lluvia benéfica otras áreas de la producción, asociándolas en el reparto de los ingentes beneficios: al calor de la rutas que la imaginación de Cervantes hizo recorrer a su personaje, por ejemplo, hemos visto surgir itinerarios turísticos dotados con todos los servicios, cada uno de los cuales ha buscado rentabilizar a su modo el evento. Cuando se entra en estas dinámicas, el esperpento -tan español por otra parte-, queda rápidamente servido: no es sólo que varias poblaciones manchegas se atribuyan ser ese "lugar de la Mancha" supuesta cuna de don Quijote al que se refieren las primeras líneas de la novela cervantina, sino que hay establecimientos de hostelería en algunos pueblos de la ruta quijotesca que enseñan la habitación en que, aseguran, durmió el Ingenioso Hidalgo.
El Año Mozart será probablemente algo menos cañí que el dedicado al Quijote, pero por lo demás promete desde su inicio una mercantilización aún mayor que el recién finalizado. Austria se ha lanzado a un despliegue tal de una oferta turística que ya de por sí gira en buena medida en torno al músico salzsburgués, que amenaza con acaparar buena parte del mercado turístico europeo en 2006. Viena y Salzsburgo se aprestan a recibir ingentes cantidades de visitantes obsesionados con visitar lugares y adquirir cosas que tengan algo que ver ni que sea remotamente con Mozart.
Wolfgang Amadeus Mozart nació en Salzburgo el 27 de enero de 1756. Curiosamente, otro 27 de enero justo 50 años más tarde, nacía en Bilbao Juan Crisóstomo Arriaga. Se ha llegado a decir que Arriaga fue "el Mozart español" dada la precocidad y calidad de su obra, y se le considera nada menos que el eslabón perdido entre la música neoclásica y el romanticismo, entre Mozart y Beethoven. Desgraciadamente Arriaga falleció cuando contaba sólo 20 años, y su obra permaneció olvidada durante más de un siglo. Desde hace algunos años comienza a rescatarse al genio bilbaíno (hay alguna excelente grabación de Jordi Savall), y tal vez el Año Mozart fuera una buena excusa para dar a conocer públicamente a quien puede ser considerado como uno de sus más aventajados discípulos.
Por lo demás, rescatar y difundir a Arriaga en el 200 aniversario de su nacimiento sería una buena ocasión para que tanto el Ministerio de Cultura español como el Gobierno Vasco, demostraran que sienten un interés real por la difusión cultural más allá de los beneficios inmediatos que ésta pueda generar. De momento, la única referencia de cierto nivel que he encontrado es el anuncio de que la Orquesta Sinfónica de Euskadi grabará un CD con obras de Arriaga dentro de una colección genérica de compositores vascos. No es mucho, francamente.
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