El Quijote, cuarto centenario de un best seller de calidad
Durante su discurso de investidura como presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero aludió en abril del año pasado a su intención de conmemorar el cuarto centenario de la primera edición del Quijote como merece semejante acontecimiento. Muchos entonces lo tomaron a broma –España es un país en el que la celebración pública de la cultura desde la tribuna política se suele considerar motivo de chanza-, y en general se auguró poco futuro a tal promesa.
Lo cierto es que algunas acciones llevadas a cabo durante 2004 –como la aparición de diversas ediciones del Quijote o el encuentro internacional sobre la lengua española celebrado en Rosario-, han venido a facilitar la acción pública en este terreno. Hay interés del público –del Quijote editado por las Academias hispanohablantes se han vendido medio millón de ejemplares en apenas unas semanas-, y a poco bien que lo hagan los políticos e intelectuales embarcados en la conmemoración, el éxito parece asegurado.
Cabe preguntarse cúal es el secreto de que un libro escrito hace cuatro siglos, extenso y no fácil de leer para el común de la ciudadanía contemporánea, mantenga tal nivel de interés hoy día. En realidad, El Quijote fue un éxito fulgurante desde su primera edición. Cervantes, que antes de escribir este libro era un autor casi desconocido, alumbró la novela en los últimos años de su vida, y gracias a ella alcanzó una fama y reconocimiento inusitados. Baste recordar que a los pocos meses de publicarse el Quijote, un primer cargamento de cientos de ejemplares fue distribuido por las incipientes colonias españolas en América (por lo que El Quijote fue de hecho el primer libro de gran difusión en el continente americano). Ya en vida del autor se tradujo a los principales idiomas europeos, y en todas partes tuvo una acogida excelente. En siglos posteriores nunca fue olvidado, y de manera constante han visto la luz sucesivas y ya incontables ediciones.
Probablemente no exista una sola clave para tal éxito. Para los contemporáneos de Cervantes, Don Quijote de la Mancha era un libro plagado de referencias a personajes, instituciones y situaciones reales, conocidas de todos; allí encontraban una sátira feroz de un mundo y unos ideales -los de la nobleza-, ya entonces anticuados y risibles para el pueblo llano y las capas medias de la sociedad. Posteriomente, el Quijote se ha convertido en un instrumento único para el conocimiento de una época entera y de las gentes que poblablan entonces España. Todas las clases sociales, todos los oficios, todas las mentalidades, toda la sociedad española del momento en suma, quedan reflejados allí entre bromas y veras.
Y luego está, naturalmente, la maestría literaria de Cervantes, y su carácter personal: el genio alegre, satírico, mundano y crítico de un hombre que tuvo que inventar un género literario nuevo, la novela, porque los entonces conocidos se le quedaban estrechos. En la novela Cervantes hizo confluir todo cuanto era capaz de armar con su pluma: narración, poesía, teatro, retazos de sabiduría popular, chistes de la época…, todo bajo la mirada analítica, crítica y un tanto escéptica de alguien que en su juventud y madurez vivió como un verdadero buscavidas de su tiempo: fue soldado, cautivo de piratas, recaudador de impuestos, estafador encarcelado, y probablemente otros oficios de los que no ha quedado noticia que ejerciera. Si Cervantes conoce a la perfección los caminos de España es porque triscó por ellos como nadie; recorriéndolos conoció con seguridad a hidalgos chiflados, labradores sentenciosos, venteros cabrones, Maritornes de virtud alquilada…galeotes, soldados, curas, bachilleres y todo el pandemónium de gentes de esa España abarrocada, sufridora y en cueros que se deslizaba por la Historia como por un tobogán cuesta abajo.
Pero es que además Cervantes es un hombre de gran cultura, y esa faceta suya queda en el Quijote en mil detalles que hablan con potencia de un espíritu fino, cultivado y elegante. Si Cervantes conoce y maneja como pocos el lenguaje popular, también conoce y maneja con soltura y gusto referencias a los clásicos y a toda la "culture savante" de su época.
En suma, Cervantes escribió un libro para todos.
Cuatrocientos años después, aquél judeoconverso espabilado, irónico, amable, genial, aquél Miguel de Cervantes que encontró el éxito económico y la gloria literaria cuando probablemente ya nada esperaba, sigue sorprendiendo y encandilando a quienes se adentran por su obra más conocida. Aunque hoy hayamos perdido las claves para entender algunos de sus chistes, y aunque su prosa requiera a veces cierto esfuerzo, el Quijote sigue siendo un libro que merece la pena leer. Un best seller también para el siglo XXI.
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