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Rosa Lee Parks, la negra que se negó a ceder su asiento en el autobús

Cuando yo era chaval, al salir de excursión o ir de colonias solíamos cantar un “espiritual negro” con una letra adaptada que me llenaba de curiosidad, pero que cuyo significado no entendía y tampoco nadie supo o quiso explicarme entonces. La letra repetía varias veces en catalán aquello de “si no me encuentras detrás en el autobús, ven delante y me encontrarás allí”; a cada estrofa nueva la segunda parte del estribillo iba variando, hasta que la última decía “…ven a la concentración, y me encontrarás allí”.

 

Hubieron de pasar muchos años antes de que me enterara qué significaban realmente aquellas frases. Así supe que muchos años atrás, allá a mediados de los años cincuenta, una mujer negra llamada Rosa Lee Parks, costurera de profesión y residente en la ciudad norteamericana de Detroit, subió una tarde al autobús para regresar a su casa tras su jornada laboral. Estaba muy cansada y le dolían los pies, así que cuando vio que la parte trasera del autobús -la zona que obligatoriamente debían ocupar los negros- estaba completamente llena, se sentó en un asiento libre en la zona reservada a los blancos. Al poco se le acercó un tipo blanco y le exigió que se levantara. Rosa se negó. El escándalo fue mayúsculo, y Rosa Lee Parks dio con sus huesos en la cárcel local.

 

Lo ocurrido con Rosa rebosó el vaso de las afrentas sufridas por la comunidad negra en los EEUU. El movimiento pro derechos civiles negro lanzó un boicot contra el transporte público urbano. Duró nada menos que un año, pero al final triunfó: se abolió la segregación racial en los autobuses.

 

Luego vinieron otros gestos y otros actos de heroísmo, incluidas manifestaciones y concentraciones multitudinarias –unas y otras prohibidas por cierto en la España franquista de mi niñez, cuando cantaba aquél himno de homenaje a Rosa sin saber qué conmemoraba-, y también crímenes horrendos contra líderes y activistas de los derechos civiles. Pero el movimiento fue avanzando y creciendo, imparable.

 

En los sesenta y setenta otros nombres abanderaron tendencias distintas en la lucha contra la discriminación racial, unas pacíficas y otras más agresivas, pero el nombre de Rosa Lee Parks quedó para siempre como símbolo de una lucha colectiva y como ejemplo de dignidad individual. El respeto y el cariño por esta mujer sencilla, sin estudios ni posición social, que simplemente un dijo “¡basta!” y actuó en consecuencia, ha traspasado décadas y ha llegado hasta nuestros días.

 Rosa ha fallecido hoy, habiendo rebasado los noventa años y visto triunfar muchos anhelos de su juventud. Por fin descansa, y nadie va a discutirle el asiento tan duramente conquistado.

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