En la muerte de Jacques Derrida
La apuesta intelectual que hizo Derrida es muy interesante. En un país como Francia, en el que todo puede ser "razonado" y reducido a la obtención de una única conclusión "razonable", Jacques Derrida introdujo la duda sobre el "método razonador" y sus posibilidades, y remató diciendo que las respuestas que se podían obtener eran diversas. En definitiva, llamaba a pensar con cabeza propia y no hacer mucho caso de Textos Sagrados, incluidos los suyos.
Derrida puso de moda entre los pensadores franceses la duda, esa gran enemiga de toda certeza. Su epistemología -es decir, su aproximación a la posibilidad del conocimiento- caricaturizada y llevaba al extremo puede inducir a creer que, en realidad, el conocimiento es imposible. Lejos de esa versión tontorrona, lo que Derrida planteaba es que existían diversas posibilidades de acercarse al conocimiento de las cosas, y que por tanto no solo no había una verdad única sino que las conclusiones del pensar podían ser muy distintas, y todas o la mayoría de ellas válidas.
Esa negación del Pensamiento Unico es lo que le llevó a Derrida a recuperar a Marx sin ser marxista él mismo, leyéndole con un espíritu crítico y actualizador en tanto que "pensador rebelde" y contracorriente, recuperando así la verdadera dimensión del núcleo de las ideas del Gran Viejo, una vez desaparecidos casi todos los regímenes y partidos que le secuestraron intelectualmente y fingían ampararse en él para justificar atroces dictaduras.
Derrida fue, en el fondo, un pensador libertario, fruto de la mejor tradición del pensamiento libre francés.
En homenaje suyo, vale la pena darle una ojeada a su obra capital, "Espectros de Marx".
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