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Negociando con ETA

Es obvio que con quien está negociando el Gobierno español es con ETA, no con Batasuna.

Batasuna es apenas un síntoma, no una causa de nada. Batasuna no existe, es ETA quien habla a través de ella, del mismo modo que el PP no existe, son los grandes intereses financiero-empresariales quienes hablan por su boca.

 

 

El "buen rollo" actual de Batasuna es hijo del fracaso de ETA; es decir, ETA se sabe fracasada, porque incluso sus "mandos" desertan. Están ya hartos de una demencia que, de seguir así y sobre todo tras el 11-M, no les lleva a otro sitio que no sea la tumba o la cárcel. Batasuna -o sea, ETA- quiere negociar porque necesita urgentemente una salida para su gente, y de paso salvar la cara ante quienes han creído en ella. Antes de que las revueltas internas prendan de tal modo que se empiecen a liar a tiros entre ellos; señales de eso hay, sobre todo en ciertos colectivos, como los presos y algún otro.

 

Pero los intereses que mueven la marioneta que es el PP no quieren que acabe ETA. Sería la mayor putada que podría hacerles el gobierno Zapatero: que ETA hiciera mutis por el foro; y ya no hablo si ese fin se escenificara en una foto final con mediador internacional y sonrisas incluidas. Ahí, en ese intento de entorpecer todo lo posible, la derecha silvestre española se va a encontrar de nuevo con el apoyo de cierta izquierda, la que sigue dando la murga a cuenta del Mister X fletado en su día en comandita entre Egin, la Brunete Mediática y el nacional-comunismo anguitista.

 

Pues me da en la nariz que en este viaje todos esos saboteadores han perdido la mano antes de que se empezara a jugar la partida. Porque las cosas van verdaderamente en serio, parece. Por primera vez en casi medio siglo, ETA necesita acabar; son ellos los que quieren echar el cierre al negocio, y tienen prisa. Y eso da muchas cartas de ventaja a quienes juegan al otro lado de la mesa. Y ninguna a los que, desde fuera, sólo quieren obstaculizar la negociación.

Los perros –mediáticos y políticos- ladrarán alrededor de la negociación, e intentarán morder los tobillos; obvio, para eso les pagan. Pero no hay que hacerles caso, su hora ya pasó y, a diferencia de los años noventa, ya no pueden hacer otra cosa salvo ladrar.

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