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El ojo que nos vigila

Ayer se cumplía –más o menos- el 35 aniversario de la creación de Internet. Aunque en realidad, lo que nació en 1969 no fue exactamente la red que conocemos hoy, sino una especie de precedente de carácter militar al que se dio el nombre de Arpanet.

Eran los años de la Guerra Fría, y los EEUU pugnaban por tomar ventaja sobre la URSS en cualquier terreno, incluido desde luego el desarrollo tecnológico militar. Arpanet nació para conectar entre sí distintos centros de mando militar, de modo que en caso de ataque enemigo por sorpresa no se produjera la paralización de todo el sistema defensivo, que es lo que ocurriría en caso de resultar destruido un mando central único. Arpanet garantizaba el flujo de información entre los diferentes nudos de la red, de modo que aunque algunos fueran destruidos los restantes pudieran continuar funcionando.

 

El proyecto militar pronto tuvo una derivación civil. Siguiendo el modelo de Arpanet, las universidades norteamericanas crearon su propia red, supuestamente con fines de intercambio de experiencias y materiales educativos; en la práctica, la red universitaria norteamericana resultaba un excelente instrumento de control sobre los contenidos ideológicos de las enseñanzas impartidas.

 

Progresivamente se fueron creando y extendiendo más redes, que al interconectarse adquirieron dimensión nacional. En Europa se pusieron en marcha experiencias más modestas, como la francesa Minitel y la española Ibertex, cuyo ámbito era asimismo exclusivamente nacional. El siguiente paso, la interconexión entre redes nacionales y la creación de una gran red global mundial (la WWW), se dio en poco tiempo. Internet había nacido. A partir de ahí, su expansión ha sido tan acelerada, que ningún poder ha conseguido controlarla del todo, aunque no ha sido por falta de ganas.

 

Los poderes imperiales y subsidiarios no se han estado quietos ante el desarrollo de Internet. No sólo han luchado para controlar la red mediante leyes creadas ad hoc o so capa de proteger derechos individuales o colectivos (la lucha contra la "pornografía ilegal" es su excusa más sobada), sino que han desarrollado una serie de mecanismos que, aprovechando igualmente las experiencias de control social individualizado desarrolladas durante la Guerra Fría, intentan controlar, manipular y eliminar cuanto de pernicioso para sus intereses hay en la red. Son esos atajos gubernamentales, a menudo fuera de todo control político y legal, los que han ido configurando un intento de CiberEstado Parapolicial Mundial en Internet, obviamente bajo iniciativa y control de los sucesivos gobiernos USA de las últimas décadas.

 

Uno de esos instrumentos, tal vez el principal hasta hace poco, ha sido Echelon, un sistema de "auditoría" integral de las telecomunicaciones que permite filtrar y seleccionar cualquier tipo de mensaje emitido en el mundo en función de unos parámetros protocolizados, a fin de proceder posteriomente a su análisis y catalogación, y eventualmente, decidir si se ha de actuar contra el emisor y cómo hacerlo (la gama de acciones posibles es muy amplia: desde el envío de un virus a su máquina hasta la detención policial).

 

El funcionamiento de Echelon es muy sencillo. Echelon lo que hace es, sencillamente, buscar palabras-clave. Si yo envío un email en el que he escrito "Bush es un imbécil" o "Bush merece que le pongan una bomba debajo del culo", es muy probable que una copia de ese mensaje acabe en una terminal de análisis del sistema Echelon. De hecho, es muy posible que este texto que estoy escribiendo apenas publicado sea leído y analizado informáticamente por Echelon para evaluar su "grado de peligrosidad".

 

Obviamente, desde el 11-S la Administración Bush no sólo ha perfeccionado estos instrumentos sino que ha creado otros nuevos, usados especialmente en su paranoica guerra contra "el terrorismo internacional" pero también en otros campos, como el conocimiento y control del flujo por cualquier vía de "mensajes subversivos" o simplemente ajenos a los intereses de EEUU. Por ejemplo, durante la invasión de Irak, todas las formas posibles de comunicación en la sede central de la Unión Europea en Bruselas fueron interceptadas por los servicios secretos estadounidenses.

 

La reflexión sobre este auténtico Big Brother, tan genialmente intuido por George Orwell hace más de sesenta años como trivializado ahora por un estúpido programa de televisión, viene a cuento al haber descubierto últimamente en los informes de accesos a mi web site algunos provenientes de organismos gubernamentales estadounidenses. Pero lo más sorprendente es que en varias ocasiones esos accesos se han originado desde un servidor Arpanet. Hasta hace poco yo pensaba que Arpanet ya no existía, o que en caso de existir se limitaba a sus tareas militares. Pero mira por dónde Arpanet no sólo sigue vivito y coleando sino que se dedica a escudriñar web sites de ciudadanos extranjeros; web sites tan inocentes como el mío, que simplemente presenta textos y fotos de mis viajes por el mundo. Claro que uno participa en foros políticos no precisamente proyanquis, edita blogs manifiestamente rojos y en la red navega por donde le da la gana, así que no parece tan extraño que haya podido acabar despertando el interés de esos tipos.

 Afortunadamente uno vive en Europa, y desde aquí puede dedicarles un muy merecido corte de mangas.

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