Youssou N?Dour, voz del África sin voz
“Nothing’s in vain (Coono du réér)”, de Yossou N’Dour
Raramente llega a Europa el eco de la música africana (o de cualquier otro lugar del Tercer Mundo), salvo cuando viene previamente empaquetado y liofilizado, listo para el consumo “bacala” o cualquier otra forma de deglución aberrante propiciada por esta sociedad nuestra de “libre mercado”, en la cual los “gustos” y tendencias en cualquier terreno, incluido el cultural, son fijados por la dictadura de los intereses económicos por sobre cualquier otra exigencia.
Y sin embargo de vez en cuando, a través de rendijas insospechadas, suele colarse el aliento poderoso de una música viva, rica y plural en todas sus formas de expresión, generosamente pegada a la tierra de donde procede, a sus problemas y a los anhelos de las gentes que la habitan.
Senegal es uno de los países africanos en los que la música, además de integrar la vida de sus habitantes, ha dado origen a una rudimentaria industria cultural. El uso extendido del francés como lengua de comunicación en toda la antigua África Occidental Francesa, ha permitido a algunos de los más sobresalientes artistas senegaleses no sólo difundir su trabajo entre los países de su entorno, sino incluso dar el salto hasta Europa y hacerse un hueco en el panorama musical de la antigua metrópolis colonial.
El senegalés Youssou N’Dour es tal vez el músico más popular de toda África. Respetado y querido en toda la comunidad francófona desde hace años, comienza ahora a ser conocido en los países europeos de la cuenca mediterránea. Tal vez las recientes migraciones de africanos negros hacia España e Italia tengan que ver con esto. Sea como sea, finalmente nos hemos ido enterando de que los “subsaharianos” –como gazmoñamente se llama desde la corrección política a los negros africanos- no sólo tienen una cultura que merece ese nombre, sino que son capaces de componer trabajos artísticos que van más allá de las coreografías y los coros de películas como “Las minas del Rey Salomón”, por ejemplo.
Las canciones de Youssou N’Dour cuentan historias concretas, al modo de la gran tradición de los artistas africanos: en cualquier poblado, el narrador reúne a la gente a su alrededor (sobre todo niños), y ayudado por algún instrumento tradicional les explica un cuento que ilustra algún aspecto de la vida cotidiana. Problemas, sueños y esperanzas circulan por las letras, en las que la mujer tiene un papel destacado y es vista desde el reconocimiento y el respeto que recoge en una sociedad que aún conserva muchos rasgos matriarcales. Todo desde un suave escepticismo y un humor que se corresponde con el carácter africano; pocas veces la sonrisa abandona el rostro de esta gente, y quien es su Voz pública no puede ser menos que sus compatriotas.
La combinación de instrumentos y bases rítmicas tradicionales africanas con otros propios de la música occidental, habla de una fidelidad a raíces muy antiguas y a la vez de un esfuerzo por modernizar e incorporar corrientes nuevas en la creación musical, de un modo que recuerda al “rai” de árabes y bereberes del norte de África. No acaban ahí los paralelismos: Como el padre del “rai”, el argelino Khaled, Youssou N’Dour es, más que un músico de un inmenso prestigio, un referente cultural y ético para los suyos, para el África negra en su caso.
La ilustración de la carpetilla que envuelve la caja del CD es una foto que resume la cosmovisión de Youssou N’Dour: unos niños juegan alegremente al fútbol entre nubes de polvo en una calle que es casi un barranco, acotado en los lados por edificios que conocieron el esplendor colonial y ahora son casi esqueletos ruinosos, en una ciudad que no puede ser otra que Saint Louis, la vieja capital del África Francesa. Una escena idéntica la viví en Saint Louis hace tres años, un mediodía polvoriento de agosto. África no cambia, nosotros tal vez.
En la portada de la carpetilla se dice: “El más grande artista de África acaba de hacer el mejor álbum de su vida”. Yo creo que Youssou N’Dour nos dará un disco aún mejor en cuanto se ponga a contarnos las vivencias de sus compatriotas al saltar la verja de Melilla.
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