¿Puede un judío ser de extrema derecha?
En realidad, parece claro que lo que ha dado trascendencia a este caso es el hecho de que el supuesto ofendido sea judío. El escándalo se ha desatado aparentemente no porque un político le dijera a un periodista que el medio para el que trabaja es una basura filofascista y al servicio de turbios intereses (algo que en caso de THE EVENING STANDARD es del dominio público en Gran Bretaña), sino porque el receptor de la bronca es judío. Francamente, parece evidente que Finegold y sus jefes han hecho un uso abusivo de la condición religiosa y cultural del periodista, escudándose en ella como una patente de corso para sus actividades.
Al alcalde de Londres, Ken Livingstone, acaban de suspenderle en sus funciones durante un preiodo de cuatro meses por haber llamado "nazi" a un periodista de THE EVENING STANDARD, según información aparecida en EL PAÍS el pasado 25 de febrero.
El rifirrafe entre políticos y periodistas no es cosa nueva, y el caso no tendría mayor interés sino fuera porque el supuestamente ofendido por Livingstone es judío y porque ha sido precisamente ésta circunstancia la que ha determinado la gravedad de la sanción recibida. Se trata, como decía EL PAIS, "de una enorme humillación para el único alcalde (en Gran Bretaña) elegido directamente por los votantes".
Para entender lo ocurrido hay que saber que Livingstone se sitúa en el ala izquierda del laborismo, es un enemigo declarado de Tony Blair, fue expulsado del Labour por postularse al margen del aparato del partido, y ganó la alcaldía de Londres en las urnas enfrentándose y derrotando estrepitosamente al candidato del primer ministro. Es obvio que hay poderes muy interesados en liquidar políticamente a "Kenny el Rojo".
Hay que saber también que THE EVENING STANDARD es otro de esos infectos tabloides sensacionalistas y ultrareaccionarios, racistas y homofóbicos, cuyas campañas interesadas contra personalidades de cualquier clase sería ingenuo atribuir únicamente al ansia de vender más ejemplares: destruir reputaciones es además de una actividad muy lucrativa, la que con mayor eficacia expande su ideología venenosa y supuestamente "antisistema".
El incidente que le ha costado a Ken Livingstone el escarnio público y una sanción a todas luces desproporcionada, ocurrió una noche de febrero de 2005 a la salida de una recepción que había sido organizada para conmemorar los 20 años de la "salida del armario" de un conocido diputado laborista gay. THE EVENING STANDARD envió a husmear a uno de sus tiburones, Oliver Finegold, y éste abordó a un Livingstone que salía de la fiesta con alguna copa de más.
Según EL PAIS, el diálogo entre ambos fue así:
Finegold. Señor Livingstone, soy del Evening Standard. ¿Cómo va la noche? Livingstone. Qué horror para usted. ¿Ha intentado algún tratamiento? Finegold. ¿Ha sido una buena fiesta? ¿Qué supone para usted? Livingstone. ¿Qué hacía usted antes? ¿Era un criminal de guerra alemán? Finegold. No, soy judío, no era un criminal de guerra alemán y en realidad eso me ofende bastante. Bueno, qué, ¿cómo ha ido la noche? Livingstone. Ah, vale. Bueno, quizás lo sea, pero en realidad usted es como el guardián de un campo de concentración. Hace esto porque le pagan, ¿no es así? Finegold. Estupendo, tengo grabado lo que acaba de decir. Qué, ¿cómo ha ido la noche? Livingstone. Eso a usted no le incumbe porque su diario es un montón de bolsas de basura y fanáticos reaccionarios. Finegold. Soy un periodista y hago mi trabajo. Sólo le he pedido un comentario. Livingstone. Bueno, pues trabaje en un periódico que no tenga un historial de apoyo al fascismo.
Finegold denunció a Livingstone, y éste, según EL PAIS, "nunca quiso disculparse porque entiende que sus comentarios no eran antisemitas, y mantiene desde hace años un duro enfrentamiento con el periódico en el que trabaja el periodista ofendido".
Más tarde, el diario hizo público que el actual alcalde de Londres había supuestamente colaborado anteriormente con ellos (EL PAIS no dice en qué forma), y Livingstone a su vez reveló que hace 13 años los directivos del STANDARD se habían vestido de jefes nazis en una fiesta de disfraces.
Hace algunos años, en un canal en castellano de IRC, vi como alguien que acababa de entrar escribía en abierto frases del tipo: "muerte a todos los árabes" y "muerte a todos los españoles"; en su whois comprobé que su dirección de conexión remitía a Israel (IL). Inmediatamente le envié un mensaje privado recriminándole las barbaridades que escribía, y le sugerí que sólo un nazi podía escribir aquellas cosas. "Yo no puedo ser un nazi", me contestó, "¡Yo soy judío!".
Para esta gente pues, el hecho de ser judío les exonera de cualquier responsabilidad en actos que de ser ejecutados por otros serían calificados como conductas propias de fascistas. No sólo eso, sino que recriminarles esas conductas le convierte a uno automáticamente en antisemita.
Esa lógica abusiva y perversa, la que practican el periodista Finegold, el tipo del chat al que me refería y en general los judíos de extrema derecha -israelíes o no-, es la que está a punto de acabar con la carrera política de Ken Livingstone.
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